José Manuel Moreno
@josemorenoco

Shawn Porter, Danny García, Demetrius Andrade, «Mikey» García, Omar Figueroa… y Terence Crawford. La más que prolífica cantera estadounidense en los pesos intermedios (otra cosa es el peso pesado, en claro retroceso desde hace una década) es sencillamente interminable. Unos, la mayoría, afroamericanos de físico privilegiado y una capacidad defensiva copiada, posiblemente, del mejor, del icono, de Floyd Mayweather. Otros, de ascendencia hispana, bien mexicana o bien puertorriqueña, con un poderío fisíco también extraordinario y una bravura propia de la «raza». El caso es que Estados Unidos colecciona campeones por doquier desde el peso pluma hasta el semipesado (a partir de ahí mandan los europeos del Este) pero sin duda, una de las apariciones más rutilantes del último lustro lo representa el natural de Omaha, Nebraska, Terence Crawford («Bud» le gusta que le llamen) que se proclamó campeón en campo ajeno, dando una soberana lección a un Ricky Burns, ridiculizado ante sus miles de compatriotas en Glasgow. Después de una buena que no brillante carrera amateur (campeón panamericano en 2007), Terence Allan Crawford nacido el 28 de septiembre de 1987, quince años después que el campeón mundial del peso pesado de la época, Joe Frazier y tras vencer en el llamado «combate del siglo» en 1971 a Muhammad Ali, derrotara en Omaha a Ron Stander.

Esta población del estado de Nebraska, la más poblada con cerca de medio millón de habitantes, por tanto, ya estaba en los setenta en el denso mapa boxístico estadounidense. «Bud» o «Hunter» (Cazador) Crawford comenzó su carrera profesional con apenas 20 años en Denver, Colorado, en fácil debut ante Brian Cummings, con un nocaut en 26 segundos. Alternaba victorias por puntos con claros y contundentes nocauts (Williams, Rodas…). En abril de 2012 debutó en Las Vegas, el Hollywood de los actores, y aprovechó la oportunidad ganando en cinco rounds ante Andre Gorges. En marzo de 2013 llegó su ansiado punto de inflexión hacia la gloria. Mandalay Bay. Enfrente, el duro e irregular excampeón mundIal colombiano Breidis Prescott, al que no logró noquear pero al que venció de campana a campana en diez asaltos. Tres meses más tarde, en Dallas, obtenía su primer título, el regional norteamericano de la WBO, tras vencer en seis asaltos al mexicano Alejandro Sanabria. Golden Boy Promotions, Top Rank, todos miraban hacia el chico elástico y alegre de Omaha.

El año 2013 lo despidió a lo grande venciendo otra vez de campana a campana a un duro rival como era a priori el ruso Andrey Kilmov en Orlando, Florida. Lo reciente está en la retina de todos: gran pelea y victoria inapelable ante el escocés Ricky Burns, en su propia casa, y por decisión unánime, empresa nada fácil en el mundo del boxeo. ¿Y ahora qué? ¿Es para tanto este técnico, ágil y potente boxeador de 1,73 metros? (Mide lo mismo que Mayweather). Nadie mejor que un Ciclón cubano para ponerlo en su sitio. Antes de subir al superligero, tendrá que superar el escollo más duro de su vida: un fenómeno del boxeo como Yuriorkis Gamboa, que eso sí, puede acusar su inactividad desde hace más de un año. Hagan apuestas…. y compren la pelea en Marca.com.
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