Antonio Salgado Pérez
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Tras una polémica renuncia, de última hora, del campeón de España de los pesos ligeros, Cristian Morales, que debía poner su título en juego ante el aspirante oficial, el tinerfeño Juan Carlos López Sebastián “King Daluz”, se nombró, de la noche a la mañana, a otro coaspirante, el sevillano Carlos Pérez Jaén “Ratón”, que aceptó el reto a pesar de la inmediatez de la cita . Dada las circunstancias se intuía que el andaluz iba a interpretar el papel de víctima propiciatoria… Y se convirtió, como veremos, en toda una pesadilla , para su contrincante, a través de diez asaltos tan anodinos como lineales y plúmbeos.
Y es que, entre otras mermas, Daluz apenas supo sacar partido de su mayor envergadura; careció de piernas para desplazarse y desconoció el alto valor de la esquiva. Se atornilló, casi siempre, en el centro del ring e interpretó el papel que menos le convenía, el de fajador que, eso sí, le venía como anillo al dedo a su antagonista.
Carlos Pérez lució tan excelente preparación física como limitaciones técnicas en su peligroso boxeo frontal, que transformó su testa en puño y que aquella llenó de heridas y estigmatizó el rostro de su oponente. Y estas lamentables lesiones pudieron atenuarse, en parte, si la labor del director del combate- a pesar de la justa amonestación que gestó- hubiera sido más rígida y reglamentaria, menos permisible, con aquel púgil tosco y sin una línea definida de combate. Carlos Pérez, tan anárquico como bullicioso, no tuvo un solo desfallecimiento en los treinta minutos de contienda. Y, por supuesto, estimamos que no se hizo acreedor a ceñirse la simbólica corona de campeón porque, entre otros detalles y afortunadamente, los tres jueces, de forma unánime, no confundieron la combatividad con la imprecisión; y no le otorgaron el triunfo cuando protagonizó embarullamiento, descontrol y embestidas inexplicablemente consentidas, como hemos podido comprobar a través de la pantalla de Espabox, que dirige Emilio Marquiegui, basándose en el trabajo, que elogiamos, de BoxeoCanarioTV.
Y el título nacional se lo llevó, sin grandes alharacas, el tinerfeño, que había sido , recientemente, un pequeño héroe en el “Madison Square Garden de bolsillo” de Nueva York y que ahora sabe que se equivocó desde los primeros compases del combate haciendo, por ejemplo, caso omiso de ese impacto de izquierda que responde por directo, que otorga estilo y puntos. Cuando erradique el papel de fajador e interprete el de técnico, que es el suyo, estamos seguros de que no sufrirá la pesadilla que le atenazó en el Pancho Camurria de Tenerife a través de una actuación que debe olvidar lo antes posible.
Lo que sí constituyó para nosotros una agradable sorpresa fue comprobar la rapidez, los reflejos, la combinación de golpes cruzados y el sentido de la anticipación que nos brindó en su reaparición y en el combate de semifondo, el tinerfeño Zeben García ante el gallego Roberto Fernández, un digno rival que tuvo que claudicar -tras una oportunísima parada arbitral- en el tercer asalto ante el agobio, la precisión y la contundencia del isleño, miembro de una saga pugilística que empeló, como ahora él, mucho más el raciocinio que el impulso desmedido. Por cierto, a Zeben García le sobró, en determinados momentos, esos innecesarios desplantes, esa guardia baja que le resta seriedad a su boxeo y le hace, sin necesidad, ser prepotente ante su rival, que siempre merece el mayor respeto entre el ensogado.