José Manuel Moreno
Llenan por sí mismos los pabellones, casinos y arenas de los Estados Unidos y de su propio país. Aman el boxeo. Tienen una historia en este deporte casi incomparable. Han conocido las mieles de disfrutar de algunos de los mejores boxeadores de todos los tiempos. Son los aficionados al boxeo en México y el propio pugilismo mexicano. Si repasas mensualmente la lista de campeones mundiales de nuestro deporte, siempre encontrarás a México el primero o el segundo en el ranking de campeones, junto al gigante estadounidense.
Estrellas como Julio César Chávez (el bueno, el padre), Salvador Sánchez, Rubén Olivares, «Ratón» Macías, Marco Antonio Barrera y así hasta más de 130 campeones universales desde que José «Battling Shaw» Flores Pérez se proclamara campeón mundial en 1933 en la división del superligero. Pero las grandes estrellas del segundo deporte nacional de México (solo detrás del fútbol) de comienzos de este siglo están retirados o en su declive. Ejemplos como Marco Antonio Barrera, Erik Morales, Israel Vázquez, Rafael Márquez, Antonio Margarito … todos están virtualmente fuera del deporte, aunque algunos todavía den sus últimos coletazos de antiguas figuras del boxeo.
Este último mes ha sido especialmente duro para los fanáticos de la República Mexicana. Su estrella emergente, de solo 23 años, carismático, con un futuro envidiable, nos referimos a Saúl «Canelo Álvarez, probablemente ha pecado de codicioso, él o sus mentores o promotores, que lo han puesto a los pies de los caballos, es decir, ante el mejor peleador universal, con 13 años más de experiencia y sabiduría, como es el estadounidense Floyd «Money» Mayweather. Esa noche del pasado 14 de septiembre, tras recibir una lección y habiendo sido animado incesantemente desde las gradas del casino de turno de Las Vegas, «Canelo» salió con la cabeza gacha, defraudado, y con él los miles que le animaron in situ y los millones que compraron el evento por PPV. Semanas después el hijo de la «Leyenda» Julio César Chávez rompió récords de audiencia en la televisión en abierto, con ratings parecidos a cuando juega la selección nacional azteca de fútbol. El resultado, una victoria ajustada a los puntos, no disimuló la mala prestación de un hombre con grandes condiciones pero que no tiene ni la cuarta parte de la profesionalidad de su padre, con el que tiene una relación de amor-odio, precisamente por eso.
Y más recientemente, el pasado sábado, el nº 3 para la revista «The Ring Magazine» y para gran parte de la afición internacional, Juan Manuel «Dinamita» Márquez cayó derrotado en pelea muy cerrada pero de forma justa ante un buen boxeador estadounidense como es Timothy Bradley. Este último no es ninguna estrella, sí un boxeador estimable. Seguramente, si en vez de 40 años «Dinamita» tuviera 30 ó 35 hubiera ganado antes del límite, pero el combustible no es eterno ni para un tipo duro como Márquez. No obstante, en una «mala racha», México tiene a día de hoy nada más y nada menos que ocho, han leído bien, 8 campeones del mundo. La lista está formada por Carlos Molina, Juan Manuel Márquez (conserva la corona WBO del peso supeligero), Miguel Vázquez, Jhnonny González, Orlando Salido, Leo Santa Cruz, Juan Francisco Estrada y Adrián «Confesor» Hernández.
Hay tanta cantera y tanta profundidad en el boxeo mexicano que aún ahora solo está por detrás de Estados Unidos, que le supera en un campeón del mundo: tiene nueve. Lo que sí hay que convenir es que hay cantidad pero falta calidad. De los campeones surgidos en el último lustro, solo «Canelo» parece tener carisma y calidad para compararse a las estrellas que emocionaron durante décadas a la magnífica afición mexicana. En cualquier caso, muchos países querrían para sí «crisis» como esta, con ocho campeones mundiales y con «shares» superiores al 40% cuando televisan en abierto este deporte tan querido por el pueblo mexicano.