Daniel Pi
@BastionBoxeo
En los últimos años el dopaje se ha convertido en una epidemia, afirmándose que nunca había habido tantos casos como ahora. Sin embargo, aunque esto puede ser cierto, hay que tener en cuenta un factor fundamental: es ahora cuando la cuestión del dopaje está siendo más atendida.
Hasta hace muy poco tiempo los controles antidopaje en el boxeo profesional eran inexistentes en muchos lugares, ineficaces en otros y nadie los reclamaba. Aunque las formas de dopaje son tan antiguas como el propio deporte y desde los años 20 y 30 son conocidas sustancias muy efectivas, extendiéndose desde los 50 y los 60 el uso de esteroides, no fue hasta finales de los 60 cuando los controles antidopaje empezaron a instaurarse.
Asimismo, centrándonos en el boxeo, mientras en otros deportes llevaban décadas de lucha contra el dopaje, todavía en los 90 y al principio del nuevo milenio en las comisiones atléticas de EE.UU no se hacía prácticamente ningún control eficaz para los púgiles, afirmando algunos que casi nunca les hicieron un test mientras que otros indican que eran sumamente fáciles de superar.
Como un ejemplo nefasto encontramos a una pionera del boxeo femenino, Mia St. John, que cuando Canelo dio positivo afirmó públicamente defendiendo al mexicano: “Todo el mundo lo hace, todo el mundo en el boxeo lo sabe”.
La cuestión fue más allá y St. John acabó confesando que se había dopado durante toda su carrera y lo había ocultado de diversos modos, afirmando que conoce muchos boxeadores de élite de su tiempo que tomaban regularmente sustancias prohibidas, si bien no quiso revelar sus nombres. Desde la época de St. John, finales de los 90 y principios del siglo XXI, la situación de los controles antidopaje no mejoró un ápice en mucho tiempo. De hecho, el enfrentamiento entre Mayweather y Mosley de 2010 fue el primero en el que se le pidió a la agencia antidopaje estadounidense USADA que inspeccionase una pelea de boxeo.
De todos modos, ese órgano ha sido mucho más que cuestionado, siendo acusado constantemente de corrupción, a lo que no contribuyó que USADA le otorgase a Mayweather de forma retroactiva (tres semanas después de su combate ante Pacquiao) un permiso especial por una inyección intravenosa de vitaminas y solución salina que le fue suministrada la víspera del encuentro ante el filipino, contraviniendo las disposiciones de la Agencia Mundial Antidopaje (WADA). Respecto a Mosley, resulta paradójica su implicación en ese primer control de USADA teniendo en cuenta que confesó ante un gran jurado haber tomado sustancias dopantes antes de su segundo combate contra De la Hoya (2003), siendo su testimonio una pieza clave del escándalo BALCO.
En algún momento u otro más positivos surgieron y son varios los púgiles contra los que hay pruebas de peso, como Evander Holyfield y el caso Evan Fields, pero no fue hasta hace unos años cuando apareció la VADA, la Agencia Voluntaria Antidopaje. Este organismo, ha dado cierta tranquilidad, ya que parece que la cuestión ya no está totalmente descuidada, pero los puntos débiles de VADA son inmensos.
Empezando por el hecho de que su impulsor, Victor Conte, estuvo encarcelado por una trama de dopaje, la cosa no empezó con buen pie, pensando muchos que no era una idea inteligente dejarse pinchar por la agencia promocionada por éste. Y quizás estaban en lo cierto, ya que los mayores casos en los que VADA, con sede en Las Vegas, la ciudad de las casas de apuestas estadounidenses, ha estado involucrada han tenido unas implicaciones favorables a los grandes intereses de la cúpula de la industria boxística.
En este sentido debemos destacar la mentira de VADA sobre el positivo de Povetkin por meldonium, en el que se anunció que había dado una cifra por encima de lo permitido cuando esto era totalmente falso y la misma agencia mundial antidopaje tuvo que aclarar que el ruso estaba bajo los parámetros aceptables. Aun así, con el “positivo” días antes del Wilder-Povetkin evitaron que el estadounidense arriesgase su título en Rusia (evitando una posible debacle histórica para el deporte norteamericano) y que la industria pudiese dejar de ingresar las cifras que éste le da y le dará.
Por otro lado, el “positivo” de Billy Joe Saunders es quizás todavía más sospechoso, ya que VADA señaló que había tomado una sustancia ilegal cuando realmente esta está permitida por la agencia mundial antidopaje fuera de competición, como había sido usada. Con la mentira de VADA se evitó que Saunders tuviese un cinturón mundial en el peso medio, capturándolo Demetrius Andrade, quien precisamente es parte del equipo de suplementos nutricionales (SNAC) que el propio Victor Conte tiene. Asimismo, la coronación de Andrade dejó mucho más viable para Canelo una unificación total, ya que el mexicano, que siempre sufre ante los adversarios móviles, ante Saunders podría haber tenido serios problemas.
Respecto a Canelo, el propio Conte se desgañitó tratando de defender que la cifra de Álvarez en el positivo que dio era aceptable dentro de la excusa de la carne contaminada, y con ello favoreció que recibiese sólo seis meses de suspensión que sirvieron únicamente para que éste pudiese preparar mejor la revancha y aumentase la expectación de la misma mientras Golovkin se quemaba con otro campamento de entrenamiento más.
En todos estos mayores casos (tampoco se deben olvidar otros menores como la desposesión de Kenichi Ogawa cuando derrotó al estadounidense Tevin Farmer), hay un punto en común: ni una sola vez la ganancia potencial económica y los planes a corto, medio o largo plazo de la cúspide de la industria boxística americana se vieron perjudicados, sino favorecidos. Por lo tanto, ¿cuál ha sido la utilidad real de VADA? Por el momento más que relativa.
Finalmente llegamos a Jarrell Miller, que unas semanas antes de disputar el campeonato del peso pesado ante Anthony Joshua dio un positivo por nada menos que tres sustancias. El caso es tremendamente serio, ya que según la legislación de diversos países si Miller dopado hubiese dañado gravemente a Joshua sobre el ring se le podría haber acusado de intento de asesinato.
La parte más estrambótica de ello no fue el positivo en sí, sino la pena, puesto que a Miller ni siquiera se le ha sancionado. Efectivamente, la comisión de Nueva York asegura que su licencia para pelear en el estado había caducado, de modo que no se le puede sancionar. Se puede pensar inocentemente que las casualidades existen pero ¿cómo se puede entender que nadie se diese cuenta de esa falta de licencia hasta que dio positivo por tres sustancias semanas antes de la pelea frente a una de las mayores estrellas generadoras de dinero del boxeo profesional actual?
Precisamente Joshua es el púgil que más acusaciones recibe de dopaje en foros y redes sociales de todo el mundo, habiéndose pasado por alto algo muy importante: las declaraciones de Miller y de Dillian Whyte que indican que Joshua tiene un TUE, siglas en inglés para exención de uso terapéutico, que permite tomar por motivos médicos sustancias prohibidas.
Años atrás se reveló que entre deportistas de élite (los que aparecen en anuncios de marcas como modelos de conducta) existía una cantidad increíble de TUEs por “asma” y “trastorno de déficit de atención” para cuyos tratamientos pueden tomar legalmente esteroides y otros compuestos. La aparición de esas sustancias en el organismo, incluso si eran las trazas de una gran dosis que se estaba metabolizando, podían ser justificadas como tratamiento médico gracias a un TUE. Al conocerse esto quedaron en duda tenistas, gimnastas, ciclistas, atletas, etc., pero curiosamente los grandes medios no quisieron oír más del tema. ¿Qué había de raro en que los más rápidos, los más fuertes, los más hábiles y con más potencia eran casi invariablemente asmáticos y con problemas de concentración?
Antes de que se destapase su propia falta, Miller señaló que sabía que Joshua tenía un TUE y, aunque su crédito está bajo mínimos ahora, no se deben obviar sus palabras. Y es que aunque le dijo esto a la cara a Joshua en una conferencia de prensa en la que el británico incluso le faltó el respeto a la madre de Miller por mucho menos, en este tema “AJ” no dijo ni una palabra, contestando por él un miembro de su equipo. Whyte comentó al respecto después: “Hay muchos peleadores con TUE que legalmente se están dopando, los doctores se lo dan diciendo que tienen asma, que tienen trastorno de déficit de atención, y legalmente se están dopando. Esta es la mayor cuestión en el deporte que necesita atenderse, porque estarías sorprendido al ver cuántos peleadores están dopándose. Miller creo que pensó “Voy a pelear con el hombre dopaje, así que me voy a dopar también”. Sabe que Joshua está en los TUE”.
Tales acusaciones deberían haber sido replicadas bruscamente por parte de Joshua, que perfectamente podría haber pedido al órgano necesario que aclarase que no tenía ningún TUE. Incluso podría haber demandado por millones a Miller o Whyte, pero, al contrario, ni una afirmación firme salió de su boca. Simplemente alegó que le hacen muchos tests, algo que no tiene nada que ver con la artimaña legal del TUE, puesto que las sustancias con exención de uso médico no serían reflejadas como positivo en test antidopaje.
En cuanto a Joshua, tenga o no un TUE, las preguntas se amontonan, ya que cualquiera que sepa algo de adquisición de músculo se atascaría al intentar explicar cómo, por métodos lícitos, “AJ” cuatro meses después de su debut como boxeador profesional había adquirido unos cinco kilogramos de músculo, alegándose que desde los Juegos Olímpicos de Londres había sumado ocho más. Además, en dos años desde su debut profesional había ganado nueve kilos de músculo, debiéndose tener en cuenta que él ya era como amateur un superpesado y un atleta muy fuerte, haciéndose cada vez más complicado añadir músculo cuanto más grande se es.
Así, en los foros se hacen muchas preguntas: ¿cómo ha podido añadir tantos kilos de músculo cuando culturistas y atletas de fitness sufren mucho para ganar en varios años unos pocos kilos tomando todo tipo de sustancias y centrándose sólo en trabajo de pesas?, ¿cómo se puede ganar tanto músculo y mantener una cifra de grasa corporal tan ridículamente baja?, ¿cómo se puede compaginar un trabajo de gimnasio tan duro con las intensas horas de entrenamiento técnico de un boxeador profesional y la preparación física específica de este deporte? Joshua dice que simplemente lleva una vida sana y tiene buena genética, pero hay muchos púgiles que no cometen excesos y tienen gran genética pero no pueden ir más allá de un aspecto atlético y definido pero ni remotamente cercano al monstruo que “AJ” parecía ante Takam, teniendo un IMLG (Índice de Masa Libre de Grasa) superior al de un culturista.
En cualquier caso, el asunto del dopaje no está ahora en un buen punto aunque se venda lo contrario, ya que, como han explicado muchos deportistas, para evitar dar positivo en un control simplemente tienen que inscribir en su localización que están viajando a un lugar remoto del mundo, hacer el ciclo en el avión o en el supuesto tiempo de viaje, y al regresar están completamente limpios. Por otro lado, la ciencia está tan avanzada ya que hay infinidad de sustancias indetectables y otras que se metabolizan tan rápido que no aparecerían ni en el más oportuno de los tests sorpresa, eso por no hablar de los sistemas de enmascaramiento.
Por ello, el primer paso que se debe dar es poner el tema sobre la mesa sin miedo, dado que si se sigue lanzando todo bajo la alfombra nada se avanzará. Sólo así, y con la más dura de las actitudes por parte de aficionados y expertos y con la ayuda de órganos oficiales y sus cualificados científicos, se puede combatir esta lacra. Y es que, aunque a muchos les entran ganas de llorar sólo al pensar que los ídolos de tiempos pasados pueden haber consumido sustancias que cuestionen su legado, el miedo a la decepción no debe detenernos, dado que la veracidad del legado de los boxeadores del presente y el futuro está en juego en estos momentos.