Bernard Hopkins impartió una nueva lección de boxeo ante los 6.324 espectadores asistentes al Boardwalk Hall de Atlantic City, a su rival Karo Murat, 19 años mas joven, y ante la atónita afición internacional que no termina de asimilar cómo se puede boxear de esta guisa camino de los 49 años. Porque, en realidad, no hubo pelea, en el sentido intrínseco de la palabra. Hopkins dominó la escena, a su rival al que abochornó con su presión apabullante y hasta se burló de él en ocasiones.
Nunca resultan justificables las burlas, ni siquiera por aquello del show, pero en esta ocasión se las mereció el alemán de origen iraquí ya que su boxeo rayó el ridículo no solo por su alarmante falta de recursos sino también por su zafiedad, cuando no por la suciedad que utilizó con frecuencia. Hopkins quiere ahora que se le llame «Alien» por motivos obvios y así salió ataviado al ring, ante el asombro de Murat, que ya empezó a perder ahí el atisbo de combate. Y debe ser cierto que viene de otro planeta, porque las leyes físicas siempre han desaconsejado la práctica del deporte de élite a los 48 años, y estamos ante alguien que después de 25 años de profesión y ante tipos que podrían ser sus hijos, está al máximo nivel y probablemente realizando el boxeo más vistoso de toda su carrera. Las estadísticas, a veces tan mentirosas, esta vez son contundentes.
«Alien» Hopkins lanzó 565 golpes, conectando nada menos que 247, es decir, un 44%. Murat, quien no dio la talla de aspirante ante semejante crack, tiró 486 golpes, conectando solo 147, lo que no pasó del 30%. Y la manera de estar en un ring. Hopkins es el 10 y Murat algo así como un 3. Solo le falto al norteamericano cumplir la palabra que dio al público de que noquearía en el último round, cosa que no consigue desde aquel célebre «hook» al hígado de Óscar de la Hoya en el lejano 2004. Hubiera sido la guinda, pero dio igual. Al final, tras el combate se pidió como próximo rival nada menos que a Floyd Mayweather, para lo que estaría dispuesto hasta bajar al peso medio. Cuando fue requerido por el posible hándicap de la edad, se permitió sentenciar que «los extraterrestres no envejecen». Amén.