Daniel Pi
@BastionBoxeo

Desde hace bastantes semanas se sabía que PBC había situado el 14 de diciembre la revancha por las coronas mundiales unificadas WBA e IBF del peso superwélter entre el actual poseedor de los cinturones Julian Williams y el boxeador al que le arrebató su trono Jarrett Hurd (a la izquierda en la imagen junto a Williams). Sin embargo, los días pasaban y la confirmación oficial no se producía, algo que se debió a que el contrato final de la pugna no era sellado por ambas partes. Y es que Williams se negaba a poner su firma hasta que Hurd se comprometiese a 3 meses de controles antidopaje estrictos.

Los días pasaron y pasaron, pero Hurd y su nuevo equipo, ya que cambió de entrenador tras su derrota ante Williams, no aceptaban la propuesta, levantando una ola de indignación entre los aficionados que todavía ha ido a peor en las últimas horas.

Esto es debido a que, finalmente, Hurd ha decidido no combatir contra Williams, rechazando no sólo la oportunidad de desquitarse de su única derrota sino también la de volver a ser monarca unificado, premios potenciales que muy pocos boxeadores rechazarían o estarían en posición de rechazar. Menos aún siendo la bolsa millonaria y teniendo el ganador asegurada a continuación una triple unificación ante el vencedor del Harrison-Charlo II. El entrenador de Williams confirmó la pasada semana que el cruce entre los ganadores de ambos duelos estaba ya acordado.

Los seguidores de Hurd alegan que el púgil no podía estar suficientemente adaptado al nuevo entrenador y que por ello ha renunciado a la revancha, si bien desde mayo, cuando se produjo su derrota ante Williams, ha tenido tiempo para disputar una pelea y recobrar la moral y prepararse. Asimismo, había aceptado ya la propuesta inicial para el Williams-Hurd II y había fecha y sede, no poniendo posteriormente su firma en lo concerniente a los tests antidopaje.

Sea como sea, Hurd, que ya tenía sobre sus espaldas graves acusaciones de dopaje, al rechazar una pelea aparentemente por negarse a cumplir con tres meses de controles, sólo ha hecho que agravar más su situación y, para muchos, poco menos que confirmar que no está limpio. Como señaló recientemente Paulie Malignaggi, la credulidad de los demás no tiene que hacer que renunciemos a ver la realidad nosotros mismos, debiéndose valorar que las pruebas circunstanciales en contra de Hurd son numerosas e importantes. No hay que olvidar que en los procedimientos judiciales las suficientes pruebas circunstanciales pueden ser equivalentes a una prueba directa y conllevar una condena.

Hurd, que mide 1,85 m, ha demostrado con imágenes que entre peleas su peso ronda los 85-90 kg. Aun así es capaz de dar los 69,9 kg del superwélter con holgura (a veces le sobran hasta 700 gramos), afirmando que baja peso muy rápidamente, tanto que para su combate contra Jason Welborn fue capaz de perder la increíble cifra de 16 kg en la semana de la pelea y que se pudo sacudir más de 4,5 kg el día antes de su pesaje ante Trout. Tras pasar por la báscula, además, Hurd rehidrata muchísimo, no existiendo cantidades de la noche del combate (sí de la mañana erróneamente clasificadas como de la noche), si bien algunos comentaristas han apuntado que parecía un semipesado sobre el cuadrilátero.

Sin embargo, pese a las oscilaciones y los esfuerzos sobrehumanos para cortar peso (además efectuados de forma prolongada), que deberían dejarlo como un zombie sin energías en la pelea como tantas veces hemos visto con los boxeadores que se deshidratan en exceso, Hurd ha tenido un rendimiento también sobrenatual para un púgil que reduce mucho su peso, avanzando sobre sus rivales continuamente, casi atropellándolos, a la vez que encajaba nítidos y demoledores golpes de poder sin desfallecer un segundo y arrojando más de 800 puños en doce rounds.

De todos modos, su capacidad incansable para combatir tiene una excepción notable: su derrota ante Jullian Williams. Es cierto que en ese combate lanzó bastantes manos también, pero a Hurd se le vio inesperadamente sin fuerzas durante muchos momentos e incapaz de imponerse en media-corta ni dañar a un boxeador más pequeño y del que se dice que no tiene gran encaje.

Muchos no entendieron cuál era el motivo de que su rendimiento se hubiese esfumado así, aunque otros sí lo comprendieron al recordar que el anterior entrenador de Hurd, al que posteriormente despidió, aceptó la propuesta del entrenador de Williams de realizar controles antidopaje estrictos durante los meses anteriores a la pugna. Así, resulta enormemente significativo que la primera vez que le hacen controles con tanta anterioridad a una contienda Hurd no mostrase su impresionante e incontenible fuerza habitual ni sus energías inagotables, sino una sombra de ellas.

Sea como sea, aunque los aficionados amontonan sus críticas y hacen su cabal veredicto en este caso, los grandes medios de todo el mundo al 99% harán como si no existiese ni siquiera una mínima sospecha sobre Hurd, reflejándose una vez más un mal habitual en el boxeo, pero también en todos los demás deportes: obviar una montaña de pruebas en contra de un deportista como si no existiese ninguna de ellas. Da igual que tengan un preparador físico convicto por dopar a atletas y que repentinamente tengan el aspecto de “Hulk” pero sin la piel verde o que en dos meses su rendimiento pase del nivel regional a la élite mundial; los medios seguirán haciendo como si nada raro pasase y mantendrán sus labios sellados sin ni siquiera mencionarlo como algo curioso.

De todos modos, en el caso del boxeo la cosa es aún más flagrante, ya que se pueden encontrar expertos insignes de todo el mundo que, conociendo en profundidad sus trampas, loen hasta el extremo de considerar top 50 de todos los tiempos a probados dopados como Shane Mosley o James Toney, o que destaquen sus carreras sin hacer mención de esa mancha enorme en sus trayectorias. Eso sí, aunque contribuyen a lanzar sobre el dopaje un manto de silencio que podría tener consecuencias funestas en un combate de boxeo, esos expertos después derramarán lágrimas de cocodrilo por los púgiles que padecen severos daños sobre un cuadrilátero.

Da igual que un púgil sea un ejemplo para una nación, un ídolo o que simplemente caiga simpático, hay que trazar una línea imborrable que si es cruzada suponga un punto de inflexión para darle la espalda. A partir de ahí se avanzará en la lucha antidopaje. Y es que, ¿cómo podemos hablar de las pruebas circunstanciales contra Hurd o Charlo si se guarda silencio o se alaba a individuos como Canelo o Luis Nery sobre los que no se necesitan más pruebas que el positivo que ya han dado?