José Manuel Moreno
Los organismos internacionales no tienen bastante con hacernos creer a los aficionados de este viejo deporte que es el boxeo, de que existen 68 campeones mundiales, tirando por lo bajo. Sin contar interinos, regulares y absurdos, perdón, absolutos. No tienen suficiente con hacer de su capa un sayo y hacernos creer que son organizaciones serias y escrupulosas con la legalidad de sus normas y reglamentos. No, no tienen bastante con hacernos sonrojar miles de veces y de echar de menos a organismos que tampoco son modélicos como el COI y la FIFA. Como en el fondo saben que a la inmensa mayoría de comentaristas y fanáticos les importa un bledo sus decisiones, casi todas redundantes en el sentido de llenar sus alforjas, de vez en cuando se sacan conejos de la chistera para que todos nosotros, todos ustedes, en vez de hablar de Mayweather, Pacquiao, «Maravilla» Martínez o Kiko Martínez o de esa joven promesa de su barrio o de su pueblo, hablemos o saquemos noticas de sus convenciones, que por lo que destacan mayormente es por la afición por el buen beber y el buen yantar del que hacen gala sus cientos de delegados.
Ahora, la más prestigiosa, en principio, de esas organizaciones, el Consejo Mundial de Boxeo (WBC) del octogenario José Sulaimán, ahora parece que pachucho, se saca de la manga el título, tachín tachán, de campeón supremo para dárselo al multimillonario campeón estadounidense Floyd Mayweather, el mejor peleador del mundo sin lugar a dudas. ¿Es noticia? Claro que sí, y es por eso que mi compañero Manuel Valero ha dado buena cuenta en esta misma página.
Pero es una noticia, según mi leal saber y entender, para hacer pura propaganda del organismo en cuestión, para la pompa y la parafernalia que les interesa a esta lamentable casta dirigente del boxeo. ¿Qué gana el pugilismo con esto? A mi entender, nada. Si lo mejor que tienen, lo más interesante que tienen que debatir y arreglar del proceloso mundo del boxeo es que ahora, además de quince clases de campeones, exista una más, el «supremo», no sé si de las fuerzas armadas o qué, esto es para comer cerillas.
Es para creer que en realidad sobran todos. Que lo que queremos es ver grandes combates, emocionarnos con las habilidades y capacidades de los practicantes de este noble arte y deporte, porque de lo que digan los cuatro organismos (dejemos tibiamente un poquitín aparte a la IBF) no tiene, en realidad, la menor relevancia. Podríamos vivir sin ellos. Ellos, desde luego, no podrían vivir sin nosotros, aficionados y, principalmente, claro, de los que se juegan el físico dentro de un cuadrilátero y que son lo mejor con diferencia de este negocio: los boxeadores.