Manuel Valero
@Manu_Valero

Veintiocho años desde la fundación de la Premier League ha tenido que esperar un histórico del fútbol inglés como el Liverpool para cantar su primer alirón. El conjunto que dirige Jurgen Klopp ha roto la maldición que arrastraba en la competición doméstica desde 1990, cuando todavía se jugaba bajo la estructura de la First Division, quedando atrás jugadas aciagas como el resbalón de Steven Gerrard en 2014. Los de Anfield se han asegurado el triunfo a siete jornadas del final, arrasando a sus rivales como demuestra que solo hayan cedido siete puntos en las treinta y una jornadas disputadas hasta la fecha.

El tridente ofensivo conformado por Roberto Firmino, Sadio Mané y Mohamed Salah, así como el central Virgil van Dijk, ya forma parte de la historia de los reds, sumando su segunda gran éxito tras la Champions League lograda el pasado año ante el Tottenham Hotspur. Con seis triunfos en la máxima competición europea, solo superan al Liverpool en el palmarés histórico el Real Madrid, con trece, y el AC Milan, con siete. Las cuatro Copas de Europa conseguida entre 1977 y 1984 elevó a la categoría de mitos del club a jugadores como Ian Rush, Kevin Keegan y especialmente al escocés Kenny Dalglish. En 2005, el «Spanish Liverpool» de Rafa Benítez culminó una de las mayores gestas del fútbol moderno, remontando un tres cero al descanso ante el AC Milan, gracias a la reacción de Xabi Alonso o Steven Gerrard, y las magistrales paradas del polaco Jerzey Dudek.

Pero a pesar de la pléyade de estrellas del balompié enumeradas, ninguno de ellos es el jugador perteneciente a los red que ocupa un lugar más privilegiado en la historia del deporte. En el verano de 1944, el Liverpool inscribió oficialmente como jugador a Joseph Louis Barrows, el mismísimo campeón de los pesos pesados Joe Louis. La maniobra propagandística se realizó aprovechando la presencia de «El Bombardero de Detroit» en las islas, donde realizó varios combates de exhibición.

Es decir, en las filas de uno de los clubes más famosos del mundo, figuró en su nómina uno de los boxeadores más grandes de todos los tiempos. No terminó jugando en el primer equipo, pero el Liverpool se apuntó un buen tanto en cuanto a popularidad y seguro que ningún club en la historia ha contado con un deportista al margen del fútbol de tan alto nivel como el Bombardero de Detroit.

El Día de la Independencia (4 de julio) de 1944, el Liverpool tramitó la ficha a Louis, quien visitó al equipo red. En la ciudad donde años después nacerían The Beatles, el púgil estadounidense aprovechó para descansar, jugar al golf y visitar varios hospitales, antes de realizar una exhibición en Anfield con Nicholson. La gira de Louis continuó durante el verano de ese año en otras ciudades como Manchester.

Louis era ya muy famoso. El 22 de junio de 1938, Joe Louis había propinado al III Reich de Hitler su primera derrota, apenas un año antes de que comenzase la Segunda Guerra Mundial. El gigantesco Yankee Stadium de Nueva York se quedó pequeño para presenciar la revancha entre Louis y el alemán Max Schmeling, quien era el único oponente que había derrotado al estadounidense como profesional. En 1935, Louis ya había derrotado también al italiano Primo Carnera, una de las grandes figuras del régimen de Benito Mussolini. La expectación era máxima, alcanzando audiencias millonarias la transmisión radiofónica de la pelea en Alemania, donde el nazismo confiaba en la victoria de Schmeling para realizar una acción propagandística de la superioridad de la raza aria. La pegada de Louis desbarató los planes de los nazis en un asalto, derrotando a Schmeling por nocaut en apenas dos minutos.

La popularidad de Louis se disparó en los Estados Unidos, donde se convirtió en la principal estrella de la población afroamericana. Su compromiso con el país estuvo siempre fuera de duda, donando varias de sus bolsas al ejército en los albores de que su país entrase en el conflicto bélico. Cuatro meses después de lo acontecido en Pearl Harbor, Louis realizó su última defensa del cinturón mundial, paralizándose su carrera por la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

Louis fue un paso más allá y decidió apuntarse como voluntario al ejército, realizando exhibiciones en diversas bases estadounidenses para recaudar fondos. La presencia del campeón mundial de los pesos pesados con el uniforme militar espoleaba a las tropas, y Louis completó varias giras con ese propósito. Semanas antes del Desembarco de Normandía, el campeón mundial de los pesos pesados realizó multitud de combates de exhibición en las bases estadounidenses, donde forjó un gran amistad con Walker Smith Jr., nombre real y por el cual era llamado en el ejército otro mito del boxeo, Sugar Ray Robinson.

El excampeón mundial del peso semipesado Billy Conn fue uno de los principales compañeros de viaje de Louis, tres años después de que «El Bombardero de Detroit» le derrotase en trece rounds. El Sargento George Nicholson, uno de sus sparrings, fue su principal «oponente» en suelo británico, llenando recintos como el antiguo Elm Park de Reading once días antes del «Día-D». En Inglaterra, Louis siguió gozando de la popularidad propia de un campeón de los pesos pesados, disfrutando de diversas actividades de ocio.

A su vuelta a Estados Unidos, Louis siguió encadenando victorias, acumulando veinticinco defensas del título mundial de los pesos pesados, récord todavía vigente en la actualidad. Ahogado por sus deudas con el fisco, Louis regresó a los cuadriláteros lejos de su mejor versión, colgando los guantes definitivamente tras ser noqueado por el ascendente Rocky Marciano.

Los problemas económicos le persiguieron hasta el final de sus días, falleciendo el 12 de abril de 1981 a los 66 años por un problema cardíaco. El presidente Ronald Reegan ordenó que fuese enterrado en el Cementerio de Arlington, junto a miles de soldados. Su antiguo rival, y otrora amigo, Max Schmeling se hizo cargo de los gastos del entierro. Joe Louis, you’ll never box alone.