Carlos Utrilla
@CJBoxing
Cuando la IBF hizo oficial que el recién coronado campeón mundial del supergallo, el español Kiko Martínez, debería hacer su primera defensa contra el aspirante oficial, el sudafricano Jeffrey Mathebula, las lecturas fueron diversas. Por una parte, se sabía que la bolsa a ganar no sería grande; por otra, comentamos que era una de las pocas peleas que por diversas razones se podría traer a España.
Cuando se concretó la pelea, la primera en Elche del campeón desde que ganara el Título de la Unión europea en el mismo lugar, comenzaron los preparativos para la que iba a ser la gran prueba de una promotora joven, Maravilla Box. Como nos pasa a todos, algún fallo ha existido, pero la nota debe ser alta. Además, algo que no siempre ocurre, los sietes emparejamientos de la noche resultaron atractivos, lo que no puede decirse de muchas veladas de renombre.
Primeras peleas, varias sorpresas
Los primeros en saltar al ring, pocos minutos después de las siete de la tarde, fueron Ángel Moreno y Javier Venteo. Moreno da bien el peso mosca pero según su entrenador, Tinín, no podían decir no a esta oferta para pelear bastante por encima de ese peso. Frente a él, un debutante, Venteo, que actuó (y a 6 rounds) como si no lo fuera.
Moreno empezó mejor el combate, muy rápido y con una gran esquiva. En el primero, aunque no se realizó cuenta, mandó a su rival a la lona. El combate parecía dominado por Moreno, pero en el 4º, un Venteo que había estado reservando, empezó a atacar de manera más certera. En el sexto y último, ambos se lanzaron a buscar la victoria. Los jueces dieron un empate (combate nulo) entre un más técnico Moreno y un más aguerrido Venteo, en el que fue un gran espectáculo. 58-57 (Moreno), 57-57, 55-59 (Venteo)
Los siguientes en subir fueron Alae Karmoun, fichaje de hace unos meses de la promotora (antes con Rimer Box) y David Martín Campillo, manejado por Néstor Domínguez. El combate pareció frío de inicio comparado con la batalla anterior, pero poco a poco fue adquiriendo emoción. El balear David Martín hizo unos buenos rounds centrales, neutralizando la izquierda de Karmoun. Sin embargo, en el 5º le llegó una mano dura que cambió el signo del combate.
Los jueces, sin embargo, no creyeron suficiente la reacción y ofrecieron como resultado una decisión mayoritaria para Martín Campillo: 59-56, 57-56 y 57-57. Karmoun pierde su condición de invicto y no sería raro que pudiéramos ver una revancha.
King Daluz era el claro favorito en la tercera pelea de la noche. Comenzó boxeando bien, pegando abajo y saliendo, mientras era perseguido por Ryan Peleguer, ese boxeador que es como una pared en cuanto a absorción de golpes (y un gran chaval). Todo parecía tenerlo controlado el tinerfeño, pero Ryan empezó a presionar mucho más a partir del cuarto, animado insistentemente desde la esquina por Sento Martínez, su entrenador.
Propiciado este ataque por el bajón físico de Daluz, el combate se fue igualando, aunque la diferencia técnica seguía poniéndose de manifiesto. Sin embargo, los jueces premiaron el ataque de Ryan y otro combate nulo, 58-57, 57-57, 57-58. Nuestro boxeador más activo, Peleguer, obtiene así una recompensa a su valor, valentía, empuje: un hombre que siempre, siempre, va a hacer trabajar y mucho. Daluz tiene todavía mucho por mejorar y está llamado a hacer grandes cosas.
Sergio «El Niño» García y Feliks Kleins protagonizaron la pelea más rápida de la noche. Sergio, coreado por la ruidosa afición cántabra que siempre le sigue, derribó ya en el primero a Kleins con un uno-dos de libro. En el segundo, volvió a hacerlo y cuando todo parecía decidido, Feliks metió una durísima mano que hizo temblar ostensiblemente a Sergio.
Fueron unos segundos de duda, pero «El Niño» pudo recuperarse. Y lo hizo de tal manera que poco después volvió a derribar a su oponente. Feliks se levantó, valiente, pero Manuel Oliver Palomo no lo vio en condiciones y decidió parar un combate que había sido pactado a 8 rounds.
Dos grandes peleas de cruceros
Tras no poder incluirlo en la velada celebrada en Barcelona el sábado pasado, Gary Hyde decidió que uno de sus últimos fichajes, el crucero francés Youri Kayembre Kalenga, peleara en esta. Con poca antelación se eligió como rival al galés Hari Miles, que hizo todo lo que pudo y algo más.
Kalenga desde el viernes se había quedado con el público. Un tipo amable, hasta gracioso diríamos (bailando, conectando con los aficionados), pero que siempre tiene cara seria. Además, «El Toro», presenta un físico como el que su alias denota. Sobre el ring todo era expectación, pues lanzaba unas manos con todo, aunque no llegaban a su destino.
Pocos daban chance al británico que, sin embargo, fue resistiendo round tras round y mostrándose valiente y agresivo. Kalenga iba ganando asaltos, pero los tenía que trabajar. Hasta que vino el bajón físico de su rival y las manos fueron cada vez más claras. En el 8º mandó a Miles a la lona y aunque este se levantó, el referee creyó que no estaba en condiciones y dio por concluido el combate.
Ibrahim López y Mustafá Chadlioui dieron un primer buen enfrentamiento, igualado y que no careció de polémica final. Esto, unido a la escasez de cruceros españoles, hacía inevitable la revancha. Ambos son buenos amigos pero cada vez que suben al ring no escatiman recursos, aunque son sumamente correctos entre sí encima de él.
Musta empezó mejor la pelea, dominando y en el 5º Ibra tenía ya una importante brecha en el ojo izquierdo, lo que le hizo sangrar hasta el final de la contienda. A pesar de ello, nunca perdió la cara al combate y tuvo buenos momentos. A partir del 8º, y con ambos ya muy cansados, lo que era un gran combate se tornó en épica. Ibra parecía, en este round, que caería en cualquier momento. Tras sonar la campana su equipo acudía a él para conducirlo a la esquina y que pudiera recuperar.
En el 9º, y cuando todos esperábamos la resolución, en un intercambio Musta cae al suelo. No había habido golpe claro, sino que tenía un problema en el hombro. Se levantó y no lanzaba la derecha; sin embargo, ante el aluvión de golpes del rival, tuvo que sacar esa mano haciendo gestos de un dolor imposible. Hacia el final del round, y tras un intento de lanzar un golpe, tenía que clavar otra vez rodilla en lona. Con dificultades pudo llegar al final del round.
En el 10º, y tras los cuidados de la esquina, recuperó la movilidad y se lanzó a por Ibra, a quien casi sin respuesta arrinconó en una esquina. El árbitro podía intervenir e incluso Musta lo avisó, era su amigo y no quería seguir pegándolo. Pero López sacó fuerzas de no sabemos dónde para llegar al final. Lástima que no pudiera hacerse el Título de España, aunque quizá estén «condenados» a volver a pelear. Musta se imponía por decisión mayoritaria: 95-95, 98-93, 99-91.
Kiko, profeta en su tierra
Con el pabellón prácticamente lleno y el único lunar negro de la no existencia de ninguna televisión que ofreciera en directo lo que resultó ser, desde ya, una noche legendaria para el boxeo (y el deporte) español, se llegaba a la pelea estelar de la noche. Castillejo era el encargado de portar la bandera española en el ring.
Pitos y muchos para Atocha, más que para Mathebula, y atronadores aplausos cuando Kiko saltaba al ring con una sorpresa que se había rumoreado a lo largo de la tarde: los hermanos Sarmiento estarían juntos en la esquina del campeón español. Golpe de efecto o no, lo cierto es que promotor y entrenadores que han escrito una página gloriosa del boxeo argentino, estaban juntos para firmar otra del boxeo de nuestro país.
Y cayeron mitos. Sobre la presión de defender en casa, el descuido del entrenamiento por esta razón, lo malo de no estar en Oxnard, los mil problemas ocurridos en 2 meses… sonó la campana y Kiko fue la sensación, una perfecta máquina, un descomunal y frío asesino que fue limando poco a poco la resistencia, mucha, de un Mathebula que no sabía cómo quitarse de encima a ese «pequeñajo» que le estaba apartando de la que quizá sea la última gran oportunidad de su carrera pugilística.
No fueron pocos los que pensaron que, tras estar a punto de tirar en el 4º a su rival, Kiko podría comenzar a declinar físicamente. Aunque en los siguientes fue menor su dominio y Mathebula trabajó más el jab, fue el principio del fin. Ese esfuerzo extra lo acusó el sudafricano, que seguía recibiendo muchas manos abajo que le iban quitando las fuerzas.
El octavo fue muy duro para él y en el 9º no pudo más. La enésima mano abajo de Kiko hizo que pusiera una rodilla en la lona mientras el pabellón rugía y gritaba de pie. Era el final de un gigante en estatura y de un buen boxeador, Mathebula; la continuación de la gloria para otro gigante, este en capacidad pugilística, en corazón y en calidad humana: Kiko Martínez.