Antonio Salgado
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Hace algunos años, y en las columnas de “Marca”, el veterano y admirado Pedro Escamilla en un artículo titulado “Literatura deportiva” decía, entre otras cosas, que “no hay ninguna editorial que se atreva a lanzar ediciones deportivas, y cuando se vayan a otro mundo los que saben, por viejos, por archiveros, por curiosidad, por afán de construir o reconstruir nuestra historia deportiva, toda la juventud que nos va a suceder se va a ver morena por saber qué fue, quién fue y cómo fue…

Pero ahora el boxeo, concretamente, el pugilismo grancanario, ha tenido la fortuna de contar con un joven periodista, Ignacio Sánchez Acedo, que apoyado eficaz y ampliamente desde las columnas de su rotativo “Canarias 7”, que dirige Francisco Suárez Álamo, ha proporcionado a la numerosa familia boxística la oportunidad de dar a conocer, a través de un libro, de peculiar formato, una exhaustiva recopilación de aquellos protagonistas del ring que antaño y en la actualidad lograron y siguen consiguiendo la tipografía mayúscula en parcelas mediáticas, de este deporte milenario que tuvo en el mismísimo Homero su primer cronista, a través de “La Iliada”, donde se describe el combate entre Epeo y Euríalo, demostrándonos el dramatismo y riesgo que gravita sobre esta faceta olímpica.

Como atinadamente ha apuntado Francisco Suárez, “el deporte es terreno abonado a la mitificación, la leyenda, los héroes que lo ganaban todo y también los antihéroes que lo perdían todo. El periodismo deportivo se contagia de ese fenómeno, de manera que en ocasiones las crónicas parecen el relato de odiseas protagonizadas por personajes con cualidades más propias de los dioses de la mitología griega que personajes de carne y hueso”. Y matiza el citado director añadiendo que “ la serie de reportajes que integra este libro tiene, entre otras virtudes, la de huir de esa tentación y poner en valor la condición humana de los héroes deportivos”.

Si la radio da la noticia; si la televisión, la retrata y, la prensa, la comenta, un libro perpetúa no solamente la noticia sino la historia de ésta, que es la cota que ha conquistado Ignacio Sánchez con el tomo “Héroes sobre el ring”, donde ha demostrado que escribir es luchar contra el olvido, plasmando los relatos, anécdotas y vivencias de estos protagonistas del cuadrilátero, de primera, segunda y tercera serie, como antes se les catalogaba, que un día, en horario nocturno, bajo el haz de los focos luminosos, en la noche del sábado, en la noche de la bata de seda, nos demostraron, con maestría, que “saber pegar es la clave, que pegar cualquiera sabe”, en esta viril manifestación del músculo.

En una excepcional y cuidada galería de fotografías antiguas y modernas, donde se demuestra , una vez más , el valor de una imagen, el autor de este libro, muy apuntalado, entre otros, por el presidente de la Federación de Boxeo de Las Palmas, Antonio Pulido, ha realizado un ímprobo esfuerzo para que las nuevas generaciones conozcan a los púgiles que ,otrora, dignificaron esa isla desierta del ring; y si no surgen en estas páginas es que están en el Más Allá.

Cayetano Ojeda “Kid Tano”, Vicente Montesdeoca “El Estudiante”, Servando Vera, Antonio Fermín “Kid Gavilán”, Miguel Calderín “Kimbo”, Cesáreo Barrera, José Antonio Medina, Carmelo “García Gancho”, Salvador “Boro” Domínguez, Eusebio Mesa “Monsta” o Salvador del Pino “Pantera II” nos han reflejado en sus declaraciones a Ignacio Sánchez que, en el pugilismo, se camina con los músculos; se corre con los pulmones; se galopa con el corazón; se resiste con el estómago; y se triunfa con el cerebro…
Con el apego, amenidad y rigor que ha empleado el autor en tan acertada recopilación, aflora a nuestra mente que el arte del boxeo es una conjunción de cuerpo y espíritu; y cuando falla la forma física se oscurece el estado psíquico como, de una forma generalizada, y en el citado libro, nos han explicado quienes nos transmitieron retazos de emoción como, por ejemplo, Eduardo Tabares, Daniel Toribio “Kid Daniel”, Florencio “Chencho” Domínguez, Sergio Santana, Leopoldo de Santiago, Antonio Santacruz “Nono Palenke” , Raúl Bautista, Manuel Rodríguez “Rodri II” o Francisco Trujillo “Paquillo”.

A través de las páginas de “Héroes sobre el ring”, se refleja la imagen del triunfador y del derrotado, es lo eterno, las dos contrafiguras de siempre. En ese singular y geométrico escenario donde la violencia es reglamentada, muchos han perdido el timón de la nave cuadrada del ensogado y otros han conservado su sencillez original, han sido inmunes al mareo de la popularidad, como nos lo han demostrado los testimonios de Oswaldo Santana “Eduardo”, Melo Morales, Alejandro Monzón, José Juan Padilla “Paraca”, Manuel Rodríguez “Kilowatio”, Raimundo Ross “Ray Ros” o el propio Pedro Miranda, por cierto, el único campeón de Europa que ha dado la provincia de Las Palmas, sucesor de los tinerfeños Juan Albornoz “Sombrita” y Miguel Velázquez.

No hay nada más interesante como guiar a un jovencito que quiere llegar. Esa labor la interpretan esos imprescindibles personajes que responden por preparadores, los que, como nadie, y desde sus respectivas esquinas, oyen, con la urgencia de un despertador, la campanada de los tres minutos, con esa agudeza conminativa de “viajeros al tren”. Ellos, frente al espejo, en sus respectivos gimnasios, y tras sus pupilos, crean, comprueban y pulen la táctica coquetería del estilo donde resulta vital, entre otros detalles defensivos, esconder el mentón en la cuna del deltoide.. Y esto lo hemos recordado ahora, y en estas páginas, solazándonos con las opiniones de Manuel Santacruz “Palenke” (EN LA FOTO), Juan Vera, Agustín Reyes y Tony Cruz. E inevitablemente, y ahora con un sabor sui géneris, ha brotado la nostalgia con la saga de los hermanos Godoy (Suso, Luis y Ray), de los Mando Peña ( Manuel y Francisco) y de los González (Isidro, Tano y Octavio), con la rúbrica, actual y esperanzadora, de la familia de los Ferinos, cuyo benjamín ojalá repita la hazaña de su paisano Pedro Miranda, que atesora la suficiente clase para ello.

“Héroes sobre el ring”, de Ignacio Sánchez Acedo, no sólo nos ha gustado, sino que nos ha mejorado. Y tiene, necesariamente, que ser un buen libro porque cono decía la socorrida Louise May Alcott, “lo hemos abierto con expectación y lo hemos cerrado con provecho”.