Hoy seguimos con la nueva sección de vídeos, dirigida por Alfonso Feal (@fonsito17), en la que encontramos grandes peleas de todos los tiempos para que los aficionados puedan disfrutar todos los fines de semana en Espabox.
También los lectores pueden dejar sus comentarios abajo de esta página y compartir sus impresiones con los demás aficionados.
Hoy tenemos otro combate histórico, preparado por Manuel Valero @Manu_Valero pero antes hay que leer la interesante previa escrita por Carlos Utrilla @CJBoxing:
Cuando tras 20 meses apartado del ring Miguel Velázquez decidió volver a pelear, parece que tenía la promesa de Martín Berrocal de que haría todo lo posible para que disputase un mundial. El púgil, siempre inteligente, era consciente de que su mejor momento había pasado pero que merecía la pena sacrificarse e intentarlo.
Ese 7 de junio de 1974, en el marco de una velada en la que José Durán se proclamaba campeón de Europa, se iniciaba la última etapa del púgil español, etapa que culminaría cuando se proclamó monarca mundial del peso superligero por el WBC.
Con el único lunar de una polémica derrota con el joven José Ramón Gómez Fouz, Velázquez había vuelto a subir en listas. Y tal y como había prometido, Berrocal viajó a México para traerse la pelea entre el español y un viejo conocido de la afición de nuestro país: Saensak Muangsurin, aquel tailandés que había desquiciado por dos veces al bueno de Perico Fernández.
De gran envergadura, boxeo rarísimo, quijada descomunal y potentísima pegada, Muangsurin estaba pasando por encima del español hasta que tras sonar la campana del cuarto golpeó a este en la parte trasera de la cabeza cuando ya se dirigía a la esquina. De esta manera, correcta según reglamento (se hubiera podido levantar o no), pero nada brillante, Velázquez pasaba a la historia del boxeo español como uno de los 12 hombres (y una mujer) que se han proclamado campeones mundiales hasta la fecha. El mismo José Sulaimán le puso el cinturón sobre el ring y reconoció que no hubo otra posible decisión para el combate.
Sin embargo, el tinerfeño estaba de vuelta y el tailandés en fase ascendente. En la revancha de Segovia, celebrada dos meses y medio después, poca resistencia pudo oponer, parando el árbitro el combate en el segundo por la inferioridad manifiesta, los cortes, y tras cuatro caídas del español. Era la última aparición de un hombre al que en su mejor momento “no le dejaron” ser campeón del mundo y que lo fue, de la forma descrita, cuando ya estaba muy lejos de sus mejores noches.
Y es que para ver al gran Velázquez hay que irnos a finales de los 60 y principios de los 70, antes de que ciertos problemas para dar el peso ligero, las consecuencias de peleas desgarradoras y el factor psicológico que supuso ver cómo no le llegaba la oportunidad merecida, fueran minando su fantástica condición.
Velázquez había perdido su imbatibilidad en cerrada decisión con Pedro Carrasco en la batalla del Palacio de 13 de Junio de 1969 y con el título europeo ligero en juego. Una verdadera guerra repleta de emoción y dureza que Velázquez nunca creyó perder. Muchos son los que así la vieron, otros piensan que Carrasco fue ligeramente superior y casi todos coinciden en que ninguno de los dos mereció la derrota por el desempeño mostrado sobre el ring. Quizá la aparatosidad de las brechas del tinerfeño (el médico en pleno asalto 13 le examinó los cortes), la sangre y el descenso del rendimiento en el último tercio de pelea a causa de esto, convencieron al juez-árbitro de fallar a favor del campeón.
Tras este revés, el púgil se mantuvo activo a la espera de otra oportunidad. Y esta llegó de manera casi inmediata. El campeón Carrasco debía volver a poner en juego su título, esta vez frente al escocés Ken Buchanan. Sin embargo, su equipo decidió abandonar el cinturón y buscar el mundial. Esto dejó las puertas abiertas para que Velázquez buscara el título que creía suyo por derecho. No fueron varias las voces que se lo desaconsejaron, pero Miguel tenía una gran confianza en sí mismo y aceptó sin rechistar.
La legendaria noche de 29 de enero de 1969, en un Palacio de los Deportes con más de 12.000 almas, el canario tuvo que hacer frente a un rival alto, muy rápido, con una izquierda de pesadilla y que tomó buena ventaja en los primeros rounds. Pero Velázquez empezó a tomar la medida a su rival a partir del 5º, lo mandó a la lona con un perfecto uno-dos en el 9º y controló los asaltos finales. Por puntos, era coronado nuevo campeón de Europa. Para muchos, entre los que me encuentro, esta victoria vale más que un mundial. Incluso yo hablaría del “mundial oficioso de Velázquez”.
A veces, las cosas resultan incomprensibles. El derrotado esa noche, el talentoso Buchanan, conseguiría una oportunidad al título mundial WBA ese mismo año y no la desaprovecharía (ganó a Ismael Laguna en Puerto Rico), llegando a hacer varias defensas antes de perderlo frente a un mítico Roberto Durán de 21 añitos en aquella recordada pelea del Madison.
Por su parte, Velázquez no encontró la esperada y merecida chance mundialista y tuvo que conformarse con defender su cinturón, antes de que los problemas enunciados con anterioridad le llevaran a la derrota con Puddu. Incluso, siendo Buchanan campeón se le ofreció el canario como rival para una defensa, a lo que se negó rápidamente. Tras un año sin pelear y unas cuantas peleas posteriores de poca entidad, el canario se retiraba… hasta que Martín Berrocal llamó a su puerta para, como contábamos al principio, intentara conseguir lo que debía haber sido suyo.
Miguel Velázquez: un boxeador de leyenda, uno de los púgiles más grandes que ha dado este país.