José Manuel Moreno
@josemorenoco

Vuelve la auténtica esperanza del peso pesado: Deontay Wilder. El gigante de Alabama, el «Bombardero de bronce», con sus 2,01 metros de estatura y su montaña de músculos es el hombre al que asirse como promesa, decía, para acabar con la terrible monotonía del peso completo en la última década. Los hermanos Klitschko son buenos, muy buenos, sirven hasta para la política (digna de admiración la labor de Vitali en la lucha que mantiene en Ucrania) pero no se encontraron con rivales que les sacaran lo mejor de ellos mismos, y que por tanto, proporcionaran espectáculo al sediento espectador del otrora peso rey del boxeo. Este Wilder, invicto en sus 30 peleas, lleva en sus otros tantos nocauts, solo 53 asaltos disputados, a una media de menos de dos asaltos por combate, bien es cierto que aún no de midió con nadie de relieve. Hablamos, dentro de la mediocridad general, de los Arreola, Chambers, Stiverne, Fury, etc.

Este sábado, en Bayamón, Puerto Rico, antes que Danny Garcia intente conservar el invicto ante Mauricio Herrera, el de Alabama intentará vencer y convencer ante otro joven alto y fornido, aunque sin fama ni pedigrí, como es Malick Scott (36-1-1, 13KO). Es de esperar que la media de dos asaltos por combate siga este sábado, y si es así y los promotores le ven ya en condiciones para mayores empresas, quizás, por qué no, sea el hombre que se enfrente al ganador de la pelea por el cetro vacante de Vitali del WBC, entre Bermane Stiverne y Chris Arreola que se celebrará el próximo 1 de junio en suelo mexicano, concretamente en Tabasco. Deontay, sin duda, es ahora la esperanza negra, como Jerry Quarry era la esperanza blanca de los años 70. Lo que cambia la vida.