Christian Teruel
@Chris_Le_Gabach
Foto: Matchroom

Daniel Dubois llegaba a Wembley por debajo en las apuestas y con su entrada al ring (en la que fue abucheado) programada como primera. De nada le valió el ser el campeón mundial del peso pesado por el organismo IBF (aunque sea por motivos burocráticos luego de que tal organismo arrebatase tal estatus Usyk). Microfaltas de respeto recibidas por Dynamite Dubois que son una brisa de verano comparadas con las tormentas y huracanes que ha atravesado en el pasado. Y como fuerte palmera, lo han llegado a doblar, pero nunca doblegar.

Dubois ha estado durante años en el objetivo de los fans y medios más irrespetuosos. Tachándolo de cobarde por no fajarse ante Joyce e hincar la rodilla con un ojo cerrado por fractura orbital que podría haberle causado la visión. Por perder de visitante ante Usyk, el mejor peso pesado del mundo y uno de los top libra por libra. Actos que de ser cometidos por otros peleadores con mejor prensa y habilidades sociales hubieran sido catalogadas de lógicas, normales y hasta de admirar.

Sin embargo, para Dubois fueron un estigma que llegaron a plantear como signo de inutilidad para el noble arte. No es el qué, sino el quién.

Anthony Joshua llegaba a la pelea contra Dubois con un halo de “Real Deal” más impostado que demostrado. Tras perder sus títulos en un par de paseos a la escuela de la mano de Usyk, su vuelta a los altos puestos llegó con actuaciones en las que vencía mucho más que convencía. Parte de afición y prensa, más por cariño y por negocio, lo volvieron a santificar sin milagros mediante.

Que Joshua, la otrora máxima estrella del boxeo británico esté en las grandes ligas implica mucho rédito económico a las numerosas águilas del negocio. Quedó demostrado al ver que tal el evento fuera PPV y reuniera a 98 mil personas en Wembley. Entre ellas, la creme de la creme del panorama, como Usyk, Fury, Crawford o el cada vez más (sobre)actor Conor McGregor. Toda una escena a favor de Joshua liderada por el jeque boxístico Turki y que convertía a un londinense Daniel Dubois en un enemigo en su propia ciudad.

La experiencia es un grado y a pesar de sus muchos años de profesional, la condición de AJ de campeón olímpico, excampeón mundial y llenar estadios numerosas veces, quien de verdad aprendió de los errores pasados fue Daniel Dubois. Tanto su equipo como el propio púgil supieron prepararse para capear un ambiente en contra como en su derrota con Usyk en Polonia y el cocinar a su rival al punto como no pasó en su otra derrota contra Joyce.
Dubois no es ni por asomo el mejor peso pesado del mundo, pero ha aprendido a sacar partido de sus virtudes y esconder defectos. Todo ello trabajando constantemente desde la humildad y sin creerse la última Coca-Cola del desierto por acumular victorias en undercards ante boxeadores decentes que no son élite.

En el otro lado, un Joshua mitificado con vistas de tener otra cita con la historia en lo deportivo como en lo económico contra Fury o Usyk, vuelve a la casilla de salida. Es lo que tiene el idealismo, al final, la (hostia de) realidad se acaba imponiendo.