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El mexicano Gilberto Ramírez (47-1, 30 KO) se proclamó campeón mundial por primera vez el 9 abril de 2016. Muchas cosas han cambiado desde aquella victoria sobre Arthur Abraham, incluido el peso en el que boxea. A pesar de su facilidad para imponerse de forma incontestable, Ramírez ha pasado desapercibido, principalmente por un compatriota al que nunca se ha enfrentado como Saúl «Canelo» Álvarez. A los 33 años, Ramírez vivió en Arabia Saudí una de las mejores noches de su carrera. Si bien es cierto es que en el peso crucero actualmente no militan nombres rutilantes, Gilberto Ramírez puede afirmar que es el mejor boxeador de dicho peso, con permiso de Jai Opetaia.
El de Mazatlán se impuso por decisión unánime (116-112, 116-113 y 116-112), en puntuaciones demasiado ajustadas para lo que se vio, a Chris Billam-Smith (20-1, 13 KO) en el The Venue de Riad. Sobre Ramírez pesa la fama de ser un boxeador conservador, una etiqueta que tiró a la basura ante un oponente con una mayor capacidad de encaje que pegada. Billam-Smith fue un boxeador muy valiente que buscó la victoria en todo momento, aunque el mexicano fue superior y llegó siempre con más claridad.
Desde el primer asalto, Ramírez aceptó intercambiar golpes con el británico. Una vez que el mexicano comprobó que su rival era inferior a él en velocidad y técnica, la pelea se concentró en la corta distancia, para suerte y desgracia de Billam-Smith. Suerte, porque era la única distancia en la que podía plantar algo de cara a Ramírez, pero esa fortuna se tornó en desgracia en forma de golpes claros.
El inglés mostró signos de flaqueza en el noveno, pero con el beneplácito de su esquina, completó doce asaltos en los que no tuvo oportunidad de ganar. En la entrevista posterior a la pelea, Ramírez reveló que decidió boxear en la corta distancia al no poder lanzar el jab por una lesión en el hombro derecho.
El combate principal de «la noche latina» (nombre del evento) dejó dos detalles del nuevo boxeo con olor a petróleo. En el ringside, entre túnicas, pero sin Turki Alalshikh, destacó Óscar de la Hoya. El chico de oro lució un traje de charro en honor a México, o a Salamanca, en definitiva a Hispanoamérica. También en cuanto a vestimentas, los árbitros lucieron el logo de Riyahd Season junto al del organismo de turno. Ni Dana White se atreve a tanto en la UFC.
Ese mismo dinero saudí debe cerrar para 2025 el combate de mejor cartel en el peso crucero. Tras arrebatar a Billam-Smith la corona de la WBO, que unifica a la de la WBA, Ramírez tiene en su mira al campeón de la IBF, Jai Opetaia. La incógnita será si el azteca volverá a boxear en la corta distancia ante un rival de la pegada del australiano. El árbitro de turno puede ir cosiendo los logos de los tres organismos y el de Riyahd Season, porque la pelea encaja en los planes de Turki Alalshikh.