Después de un episodio parecido hace semanas con el polaco Mateusz Masternak, el australiano Jai Opetaia (en la imagen) se ha vuelto a quedar sin oponente el mismo día de la subasta por segunda vez consecutiva.

El campeón mundial IBF, que brillantemente arrebatase el título al letón Mairis Briedis, parece que tiene una maldición con esta pelea, primera defensa mundialista, pero realmente en este caso ha sido la mala idea de Ben Shalom, «el promotor que venía al boxeo a facilitar los combates y trabajar con todos los demás amistosamente», quien ha provocado la situación.

Opetaia, habitualmente trabajando con la promotora Tasman Fighters, firmó con Matchroom Boxing para ayudarle a hacer carrera internacional más fácilmente. Por su parte, hace semanas que la IBF dictó el tiempo de negociaciones para que el oceánico pudiera llegar a un acuerdo con el aspirante oficial, el británico Richard Riakporhe. Como es habitual, en caso de no haber entente cordial, se iría a la puja de esta semana.

El problema es que Boxxer, la promotora de Shalom, fichó hace meses a Riakporhe procedente de Matchroom. Las desavenencias entre Shalom y Eddie Hearn han derivado en situaciones como esta, donde un boxeador es privado de su sueño mundialista por el temor de su promotor a perder los derechos de organización de la pelea. La víctima, Riakporhe, anunció en redes, resignado, que «buscarían otra ruta»; el otro perjudicado, Opetaia, tendrá que seguir buscando, parece mentira, quién quiere optar a ser campeón mundial.

¿Se evitarían estas situaciones si los cuatro organismos del boxeo trabajasen juntos y sacasen todos de sus listas durante un tiempo a boxeadores (realmente, víctimas del ego de sus promotores) que tienen este tipo de comportamientos ante un duelo mundial? Interesante debate para el aficionado.