Christian Teruel
@Chris_Le_Gabach

Los que ya peinan canas o directamente no tengan nada que peinar, recordarán un anuncio en la televisión noventera de bebida isotónica naranja protagonizado por Michael Jordan y cuyo lema era Be Like Mike (Sé cómo Mike). En él se mezclaban imágenes del jugador en partidos con los Bulls y bebiendo feliz el producto con otras de jóvenes jugando en canchas callejeras imitando sus jugadas. Esto, más allá de convertirse en un comercial cualquiera, fue un lastre para muchos de las promesas que surgían del draft cada año. Y es que, a cada talento nuevo que surgiera, se le colgaba la etiqueta de “el nuevo Jordan”. Poco importaba si el jugador en cuestión no compartiera posición en la cancha, características u origen con la leyenda.

Este tipo de etiquetado se sucede en todos los deportes, el boxeo incluido, claro. No hay nada más que mirar como surgen nuevos “Chávez” o “Tyson” cada vez que un chaparrito pegón mejicano o un bigardo afroamericano aparecen en la escena. Uno especialmente notorio es el que está en boga desde hace unos años: nuevo Floyd Mayweather.

El impacto boxístico y mediático de Money (por encima de la versión Pretty Boy) en los promisorios (“palabro” que descubro para no usar “prospecto” y evitar que me aticen por ello) sobre todo afroamericanos es innegable. Hemos tenido y tenemos incontables ejemplos, muchos famosos o infames, desde Broner hasta Stevenson, pasando por Haney o Gervonta Davis. Al igual que con Jordan, donde nombraban heredero suyo a tipos con poco en común con el 23 como Garnett, McGrady o LeBron, a estos púgiles les pasa lo mismo. Da lo mismo que uno no sea tan talentoso, otro use guardia zurda y otros directamente no tenga el mismo estilo. Sí es negro, americano, joven y bueno, ya tiene el sambenito.

Bien es cierto que los catalogados como tal son muchas veces los que se autoproclaman de tal manera. Y es que, claro, esto crea mucha expectación y, por lo tanto, oportunidades y dinero. Tampoco son pocos los que intentan emular su boxeo (lo de “su” es otro cantar porque si bien Floyd perfeccionó y combinó excelentemente el Philly Shell, el arte del contragolpe y la esquiva, no inventó nada de esto) y su comportamiento de villano recalcitrante fuera del ring. Sin embargo, el estar a la altura y carisma de semejante atleta no es tarea fácil. Y al final, como en el caso de todo gran deportista, Floyd Mayweather Jr. rompió el molde cuando nació.

El último estandarte de este movimiento es Curmel Moton. Reúne todos los requisitos mencionados y a su vez, es protegido del mismo Floyd. Su propio mentor alentó a esos etiquetadores retando al campeón WBA pluma Leigh Wood. Lo mismo que periodistas que ya lo comparan y vislumbran un futuro enfrentamiento con Naoya Inoue. Escapar a esto va a ser imposible y es cuanto menos llamativo ya que la mayoría ni han visto una pelea suya en amateur. Aun así, todo esto ha creado un gran interés por el muchacho que seguramente le reportará jugosos contratos. Pero también es un arma de doble filo para un chico de sólo 17 años al que se le pone una losa muy pesada que puede terminar aplastándolo.

Por muy bueno y carismático que sea un luchador, nunca será de la misma manera que Money. Entre las habilidades innatas, su sobrehumana disciplina, su contexto social, familiar y deportivo, se juntan como elementos únicos para crear una figura inigualable. El caso de algunos boxeadores, con calidad pugilista innata y quizá características parecidas (que no iguales) queriendo imitar a Floyd acaba la mayoría de las veces sin “erótico resultado” que decía Homer Simpson. Sólo tienen que tomar nota de Adrien Broner, un buen púgil que acabó reconocido como “Floyd de Hacendado” y al que su propio personaje se lo acabó comiendo hasta el punto de que si sigue boxeando y en libertad parece un milagro.

Quizá sea mejor mirar como jugadores de la NBA con la marca de “nuevo Jordan” como LeBron, Kobe Bryant o Garnett se despegaron de ella y formaron su propia personalidad y grandeza deportiva, económica y mediática con sus características personales. Al final, no hacía falta ni era bueno querer ser como Mike.