Amir Khan se convirtió en la gran promesa del boxeo británico en el verano de 2004, cuando se colgó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Atenas. El púgil inglés fue derrotado en la final por el cubano Mario Kindelán.

El caribeño destacó en el campo amateur, pero esos éxitos no se vieron traducidos en una vida digna, por lo que estaba dispuesto a deshacerse de sus bienes más preciados.

Diecinueve años después del combate en Grecia, Khan y Kindelán coincidieron en Baréin, donde el campeón olímpico se ofreció a vender su medalla de oro a Khan por 4.700 euros. Una cifra ridícula para un oro olímpico.

La urgencia económica de Kindelán se debía a su intención de comprarle una casa a su madre. Khan declinó la oferta, pero donó el dinero a su antiguo rival para que pudiese cumplir su sueño.