Christian Teruel
@Chris_Le_Gabach

Voy a empezar este artículo siendo sincero porque os lo merecéis. El título es un poco clickbait. Pero solo si se lee como una cuestión legítima, justo de la misma manera en la que en redes se formula. En realidad, es una pregunta irónica e innecesaria, de respuesta clara, como cuando tu pareja te pregunta un sábado si después de ver una velada en Japón por la mañana y una británica por la tarde, vas a trasnochar para tragarte otra desde Estados Unidos.

O cuando ese padre le interroga a su hijo adolescente sobre ese paquete de tabaco que ha encontrado en su habitación. Pues de quién va a ser, de un amigo.

Estos días hay una cuestión similar sobre Gervonta Davis y su exmentor, expromotor y exinfluencia Floyd Mayweather Jr. En parte por el impacto de sus desavenencias públicas con asuntos más propios de la sección del corazón del magazine de turno. Que si Davis denunciando que Floyd debe dineros y lo tienen retenido en Dubai, que si este filtra el video de un sparring antiguo entre Gervonta y Haney en el que sale mal parado, etc. Desencuentros que, llamadme creativo, los promociona y beneficia económicamente más que desacreditarlos. Cosas del marketing en la posmodernidad.

Con este abono, echado sobre un terreno tan fértil para el debate insulso como es muchas veces es el ámbito boxístico, salen como frutos ese tipo preguntas que plantea el título de este artículo. Porque claro, todos sabemos como gusta el comparar púgiles de distintas épocas en esas llamadas “fantasy fights” que tienen todo de “fantasy” y nada de “fight”. Y bueno, oye, que cada uno se entretenga como quiera e imagine con libertad. Pero que menos que respetar los hechos y logros.

Tank Davis demostró ante Frank Martin que es el número uno del peso ligero y uno de los mejores libra por libra (ojo, que no he nombrado “lista”, que os veo venir). A Gervonta hace tiempo que se le pedía enfrentarse a peleadores con entidad para poder constatar la calidad inmensa que posee y se le intuye. Y ante “The Ghost” Martin, uno de los talentos emergentes en las 135 libras, refrendó esa percepción. Como contra otros de distintas clases y niveles, el de Baltimore hizo lo de siempre: destrozar. Este acto, en la época que vivimos de inmediatez y falta de perspectiva histórica, hace que, como cada fin de semana, el triunfador sea elevado a los altares en detrimento de otros con igual o más éxitos, pero menos recientes.

Tal es el atrevimiento (o el aburrimiento) del personal, que tales cimientos construyen el planteamiento de si la carrera de Davis es más meritoria que la de Floyd Mayweather Jr. Más allá de las filias y fobias de cada uno, tan irrelevantes como, por otra parte, inevitables, el simple hecho de comparación es propia de un ignorante y/o ingenuo. Porque ser campeón (de verdad, no interino, ni gold ni silver ni cobre) en cinco divisiones, miembro del Salón de la Fama, con nombres en su récord invicto como los de Cotto, Canelo, De La Hoya, Pacquiao (podría seguir pero no quiero abusar) y sin mencionar el gigantesco impacto que tuvo a nivel deportivo (considerado el icono del estilo defensivo y contragolpeador junto ilustres como Pernell Whitaker o Nicolino Locche) mediático y de los negocios (estructura y ventajas imitadas por las siguientes caras del boxeo como Canelo… y Gervonta) son logros incomparables a la mayoría de los de los actuales campeones.

Y menos a los de Davis, campeón en dos categorías y con unos nombres en su récord que nos están a la altura de los de Floyd. Por no hablar que, a nivel de influencia y reconocimiento en esta disciplina, todavía está por debajo de los puntales contemporáneos como Inoue, Crawford o Usyk.

Algunos dirán que Gervonta Davis aún tiene tiempo para igualar la figura de Mayweather. Tarea que ya os digo que va a ser muy difícil y para la que además ya va tarde. Y entiendo que la personalidad de Floyd cree animadversión, siendo este motivo el principal responsable de tales sacrilegios. No es que sea de mi agrado como tampoco lo es la de Gervonta. Pero no estamos aquí para eso. Hay que tener mente fría a la hora de hacer este tipo de valoraciones e intentar dejar de lado los sesgos. A no ser que el trasfondo sea el buscar interacciones o el malmeter por compadreos o preferencias. Sólo así se entiende el comparar el Empire State Building con una de las Torres KIO.