Daniel Pi
@BastionBoxeo

Hay infinidad de decisiones tomadas por los organismos que son difíciles de entender o que son directamente injustificables, pareciendo muchas veces que, a pesar de sus declaraciones, sus objetivos no se basan ni por un segundo en beneficiar al deporte de las dieciséis cuerdas. Sus arbitrariedades afectan todos los ámbitos del pugilismo y condicionan constantemente las carreras de los propios boxeadores, que son quienes, alejados de los despachos, intentan llevar su trayectoria y ganarse la vida de la mejor manera que pueden.

Si a esto se le suma que hay púgiles empeñados en darle la razón a sus detractores evitando los riesgos, y que en ocasiones también se ven afectados por factores fuera de su control, tenemos como resultado campeonatos mundiales como el que este sábado se producirá en el Barclays Center de Nueva York (Estados Unidos), en el que el monarca WBC del peso pesado Deontay Wilder (38-0, 37 KO) disputará una revancha incomprensible ante un Bermane Stiverne (25-2-1, 21 KO) nombrado retador obligatorio a su título en una de las decisiones más nefastas que se han tomado recientemente en esta división respecto a los aspirantes oficiales.

Desde que Stiverne fue destronado por Wilder en enero de 2015, en un combate controlado ampliamente por “The Bronze Bomber”, sólo ha combatido una única vez: en noviembre de ese mismo año disputó un duelo de recuperación ante un fogueado Derric Rossy que no cuenta con mucho más que su encaje y su voluntad pero que con ello le bastó para derribar en una ocasión al haitiano-canadiense y quedarse cerca de la victoria a los puntos.

Es cierto que el cancelado combate eliminatorio ante Povetkin (por el segundo positivo en control antidopaje de éste) truncó los planes, pero resultó inaceptable que entonces Stiverne, que ni siquiera merecía combatir en la antesala del mundial, fuese nombrado aspirante oficial sin tener que superar antes a un boxeador del top 3, menos aún habiendo dado también un positivo, perdonado por el Consejo Mundial de Boxeo. En cualquier caso, afianzado como retador obligatorio, Stiverne, tras el fiasco del Wilder-Ortiz por un positivo en test antidopaje del cubano, surgió como el ineludible rival para el estadounidense, al que se medirá con un lastre de dos años sin combatir.

El promotor de Wilder ha cargado contra el WBC por situar como aspirante oficial a un púgil que no está de ningún modo listo en este momento para combatir en un campeonato, pero el hecho es que, habiendo optado DiBella por asignar como adversarios del monarca a púgiles como Chris Arreola, Andrzej Wawrzyk (al que finalmente no se enfrentó) y Eric Molina, sus quejas parecen un gesto de gran hipocresía. Y es que Wilder está siendo criticado con enorme dureza por amplias capas de críticos y aficionados por basar sus defensas en boxeadores muy por debajo del nivel de la élite.

Es evidente que los problemas en controles antidopaje de los que podían ser valorados como los dos mejores retadores posibles de la actualidad, Povetkin y Ortiz, han dado cierta justificación a la falta de nombres insignes del récord de Wilder, pero aun así son mayoría los que cuestionan su reinado, los que piensan que todavía le falta demostrar su verdadera valía ante oponentes del máximo nivel y los que piensan que está peldaños por debajo del campeón WBA e IBF Anthony Joshua.

Regresando al choque de este sábado, parece realmente difícil de esperar otra cosa que una nueva clara victoria de Wilder, ya que si un Stiverne rodado y en relativo buen estado no pudo ser rival para el que entonces era un retador sin ninguna experiencia ante la cumbre, será impensable que ahora pueda hacerse con la victoria con 24 meses sin pelear, midiéndose a un campeón que de media ha combatido cada cinco meses y que ha realizado ya cinco defensas.

Algunos le dan a Stiverne un margen para poder hacerse con la victoria, entre ellos el propio Lou DiBella, que afirma que el aspirante posee peligro al no tener absolutamente nada que perder, al contrario que Wilder, que si no logra una victoria total verá las críticas que recibe duramente recrudecidas. De todos modos, la impresión general es que, una vez más, los temibles derechazos del titular deberían mantener a raya a un Stiverne 13 cm más bajo, que nunca se ha caracterizado por ser un boxeador veloz de piernas y que en el primer choque ante Wilder tuvo enormes problemas para acortar los espacios, dificultades que deberían verse agravadas por su enorme falta de rodaje.

Ciertamente, la última actuación de Wilder ante Washington fue realmente pobre y su boxeo no llegó ni siquiera a mediocre técnicamente hablando, siendo sus descuidos defensivos terribles y evidentes, por lo que “B. WARE” siempre tendrá la posibilidad de que alguno de sus poderosos ganchos de mano adelantada explote el limitado encaje del titular y le permita alcanzar un inesperado punto de inflexión. Aun así, el resultado más probable será el triunfo de Wilder en un combate que, demostrando lo poco contendido que se considera, tiene como su principal aliciente comprobar si esta vez el campeón podrá superar el férreo encaje de Stiverne, el único púgil que llegó a las cartulinas contra él.

En la ceremonia de pesaje Wilder paró la báscula en 100,1 kg, siendo superado por Stiverne por nada menos que quince kilos y medio, ya que dio 115,6 kg, poniendo en duda su estado de forma y la resistencia física que podrá ofrecer en el combate.