Emilio Marquiegui
Si elogiamos al aspirante norirlandés Carl Frampton, no vamos a ser menos con el campeón del mundo, nuestro Kiko Martínez. Un boxeador que también como amateur destacó, siendo campeón de España junior en 2003. Su entrada en el campo profesional fue estruendosa, noqueando a un notable boxeador como David Casero. Siguió la racha, hasta que llegó la oportunidad de conmover al mundo del boxeo noqueando en el primer asalto en Dublín a la estrella Bernard Dunne y arrebatándole ante el asombrado gentío el título europeo de la categoría en la que siempre ha militado, la del supergallo. Un bache le apartó del cinturón que fue a manos del inglés Rendall Munroe, un boxeador no superior a Kiko, pero que supo sacarle los puntos débiles en sus dos enfrentamientos. Tras recuperar posteriormente el título y perderlo ante Framptón, Kiko se fue a Estados Unidos y se trajo el título mundial tras tumbar al colombiano Jonathan Romero. Si Frampton ha noqueado a tres campeones mundiales, Kiko ha hecho lo propio con el colombiano, con el surafricano Mathebula y con el japonés Hasegawa.
El español no parte como favorito en las apuestas, pero las armas blancas de sus puños acuchillan sin piedad a sus rivales, fruto de una presión constante y de un valiente intercambio si es preciso. Su corta envergadura le impide trabajar con golpes de largo alcance, pero lo suple con un tesón y una preparación envidiables. En la esquina tendrá a Gabriel Sarmiento, entrenador que triunfó en Estados Unidos con Sergio Maravilla Martínez, y cuya gran confianza penetra y contagia a su pupilo. Pero en Belfast no estará solo. El sábado viajan un buen grupo de amigos, además de su novia Almudena, aunque su pequeña Andrea de año y medio prefiere quedarse jugando en Elche.
Se llevó a cabo la rueda de prensa del combate, y a diferencia de la anterior, reinó la cordialidad, no hubo amenazas ni malos gestos. Los dos combatientes saben que hay que guardar fuerzas, aunque sea mentales, para la gran batalla del sábado, la batalla del Titanic. Para Kiko ha de ser una batalla de infantería, de bayoneta calada, donde con inteligencia ha de llevar la pelea a resolverse antes del límite.