Emilio Marquiegui
@EmilMarquiegui

En mi columna del diario MARCA, el pasado fin de semana explicaba a los lectores la diferencia entre los títulos rigurosos e importantes y los títulos artificiosos a la carta.

Tres son los niveles naturales en los que se mueve el boxeo profesional en el mundo. En un primer paso están los campeonatos nacionales, luego figuran los campeonatos continentales, en nuestro caso el campeonato de Europa, y en el máximo nivel, los campeonatos mundiales con sus eliminatorias para aspirar al culminante galardón del noble arte.

Estos títulos, el campeonato de España en primera instancia y el campeonato de Europa en un escalón superior, están determinados por los méritos de los boxeadores, que entran en unas clasificaciones que les permiten aspirar a los cinturones, pero siempre tras una estricta reglamentación en la que por supuesto no se puede escoger el rival que uno quisiera, y a veces hay que ir a la ciudad de los oponentes para conseguir la victoria.

Tanto la Federación Española como la europea (EBU) son inflexibles y procuran que haya gran seriedad en las reglas para salvaguardar el valor de estos títulos. En los campeonatos del mundo se intenta igualmente el rigor por medio de unas listas en las que los púgiles con mejor palmarés acceden a la disputa del mundial. Pero de lo que hay que huir es de la supuesta importancia de algunos campeonatos intermedios, denominados Intercontinentales, Latinos, Gold, Silver, etc., en los que los promotores prácticamente pagan a las organizaciones para que dejen luchar a los boxeadores con un púgil normalmente escogido y que el premio sea recibir un cinturón con el que presumir en las redes sociales.

Es cierto que los organismos te van subiendo en las clasificaciones mundiales, pero esos premios tienen un escaso valor que solo engaña a los incautos. De ahí que recalquemos siempre la suma importancia de los tres cinturones trascendentales en el boxeo profesional español, el campeonato de España, el campeonato de Europa y el campeonato del mundo, porque cualquier otro trofeo hay que relativizarlo.