Redacción

En el boxeo internacional las competiciones más importantes no son organizadas por federaciones, sino que gozan del respaldo en forma de cinturón de organismos con carácter privado. Desde la aparición del PPV, los boxeadores más destacados cobran porcentajes de cada venta del evento y eso mejora sus perspectivas.

Por diferentes motivos, el boxeo también llegó al final de una época, con la salida de plataformas como HBO o Showtime, la devaluación de los títulos, la competencia de un producto mejor estructurado como la UFC, y sobre todo por la falta de acuerdo entre los promotores para ofrecer los mejores duelos posibles.

Este lunes en Londres, dos enemigos acérrimos como Eddie Hearn Frank Warren se han sentado juntos para presentar el Joshua vs. Ngannou, y reiterar su disposición a que los boxeadores de sus empresas se enfrenten. Turki Al-Sheikh ha confirmado que detrás de los duros reproches entre ambos solo se escondía un interés empresarial que ha sido enmendado de forma instantánea con dinero.

Como fondo del evento, un extraño cinturón similar a los de la lucha libre aparecía sobre las cabezas de los promotores, escoltado por los logos de los cuatro organismos. No habrá problemas de aspirantes ni plazos para una unificación total de los cinturones gracias a su Excelencia Turki Al-Sheikh.

Los títulos dejarán de importar. Los barriles de petróleo brindarán a los aficionados los combates soñados, empezando por el Tyson Fury vs. Oleksandr Usyk.

Los hombres de Al-Sheikh no son aquellos primeros jeques que desperdiciaban fortunas en fichajes fallidos. Desde Arabia Saudí se ha apostado por la categoría que más rédito puede dar al proyecto de propaganda del país árabe, los pesos pesados. El torneo con Zhang, Parker o Joshua es un regalo para los aficionados, con una particularidad por deseo de quien paga la cuenta: la de que Francis Ngannou pueda disputar las cuatro coronas con un récord profesional de 1-1. El francocamerunés ha detectado la ocasión y ha sabido convertirse en el protegido particular de los saudíes. Para volver al octógono con la vida de sus descendientes asegurada siempre habrá tiempo.

Pero como no todo lo que reluce es oro, la espiral inflacionaria que beneficiará a los elegidos contrastará con aquellos que no pisen Oriente Medio. ¿Acaso le interesa a alguien en Riad un duelo de pesos mínimos entre un tailandés y un dominicano?

¿Nos sorprenderá su Excelencia poniendo a los mejores contra los mejores en los cuadriláteros? Si es así, la privatización del boxeo en manos saudíes convertirá a los Sulaimán, Hearn o Warren en meros empleados de Al-Sheikh.