El peso pesado Jared Anderson (15-0, 14 KO) venció el pasado sábado al otrora campeón mundial Charles Martin. A sus 23 años, fue la primera vez que escuchaba la campana final, pasando algunos apuros ante su experimentado rival en un par de ocasiones durante los diez asaltos.

Anderson, apodado Big Baby, peleó en su localidad de origen, Toledo (Ohio), y lleva un tiempo escuchando a gran parte de periodistas especializados y aficionados que tiene todos los ingredientes para ser campeón mundial del peso pesado y tener un reinado prolongado una vez que la generación actual, cuyos máximos exponentes rondan los 35 años, cuelgue los guantes.

Quizá por la presión que lleva bajo sus hombros por parte de su promotora Top Rank, tal vez por haberse quitado un peso de encima en un difícil duelo contra Charles Martin y ver peligrar su imbatibilidad o pudiera ser por estar en su tierra natal por primera ocasión como profesional; sea como fuere, Anderson fue visto en la televisión americana llorando justo después de la pelea de manera muy emocional.

Este hecho ha desatado multitud de comentarios en redes sociales: algunos simplemente creen que es una liberación por parte de un joven presionado (aludiendo incluso a su apodo, un niño en cuerpo de coloso), pero otros han alertado sobre la posibilidad de que el estadounidense pueda necesitar algún profesional de salud mental para no caer en estados que hagan peligrar su prometedor futuro. Casos como el de Ryan García han demostrado que gestionar la mente es tan importante en un deportista como un cuerpo sano.