Christian Teruel
@Chris_Le_Gabach

Si hay un boxeador a día de hoy cuya calidad sea inversamente proporcional al agravio recibido por parte de aficionados, prensa y colegas, sin duda es Devin Haney. Y ya es decir, porque de fundamentos boxísticos y éxito va sobrado. Sin embargo, por razones que a algunos se les escapa, no sólo no adquiere el reconocimiento merecido, sino que además es diana del tan manido como palabra de recalcitrante uso “hate”. No obstante, este humilde juntaletras ha llegado a la conclusión, quizá polémica, del motivo de tal inquina.

Puede gustar más o menos su boxeo, puede ser mejor o peor que cualquiera de sus colegas en los pesos que navega. Lo que es innegable es que es de los que más méritos tiene. Sobre todo, si se le compara con sus archienemigos y siempre en la terna, Shakur Stevenson y Gervonta Davis.

Probablemente, el punto de partida de la animadversión hacia él fuera el capítulo “email champion”. Ya sabéis, cuando el WBC sacó lo del cinturón franquicia, enésimo invento sin sentido (o sinsentido directamente) que hizo que Vasily Lomachenko adquiriera ese estatus, pasando el de campeón mundial a Haney vía correo electrónico sin pelea mediante. Hicimos (y algunos todavía siguen) muchas chanzas con este tema y con toda razón. Empero, el chico no tuvo culpa alguna, ya que la decisión de tal maniobra digna de organización imitadora de la WWE fue únicamente cosa de Mauricio Sulaimán, presidente del WBC.

Después, se le achacó el pelear con veteranos o ex campeones de salida como Linares y Gamboa. En este aspecto, y a pesar de esa condición de monarca de la WBC, conviene no olvidar que Haney era todavía un chico de 20 años, con cierta experiencia, pero todavía un bisoño si hablamos de la élite. A esas edades, muchos no solamente no enfrentan tal oposición, sino que ni siquiera han pasado al campo profesional.

Aunque sin duda, el momento crítico de la malaquerencia para con Haney fue su pelea contra Lomachenko. Ya el mero hecho de haber conseguido todos los títulos ganando en Australia dos veces a Kambosos (retándolo primero y dando revancha después) agarrando una oportunidad desechada por el ucraniano por la guerra en su país ya creó recelos. Pero es que, después de uno de los mejores pleitos del 2023en el que batiera a Lomachenko con decisión muy polémica e incluso injusta para los seguidores de este último, abrió la caja de pandora del resentimiento.

Para el que escribe estas líneas, esa reacción fue (y es, que todavía hay lodos de aquellos polvos) exagerada. Como ser civilizado que soy, aunque viera ganar a The Dream en las incontables veces que vi el combate, acepto visiones distintas. Pero es inadmisible que por una opinión o una inclinación hacia por Lomachenko (rozando la veneración casi mesiánica en algunos casos) se ataque por activa y por pasiva a un boxeador que está haciendo frente todo reto que se le ponga. Retos, que, por ejemplo, no son aceptados por los Stevenson, Davis, García, etc. con miles de excusas, desde las diferencias entre promotoras hasta la experiencia de los retadores pasando por desacuerdos económicos o de pesos.

Cierto que la personalidad del chaval no lo ayuda. Entre los pecados que se le echan en cara está la excesiva lujuria, mostrando constantemente fajos de dólares, coches deportivos y joyería cara. Algo además contradictorio con la fe musulmana que profesa. Tampoco es del agrado cierta soberbia “raperomayweatheriana” sin carisma, muy común entre algunos jóvenes boxeadores afroamericanos de estas generaciones. Pero como dice la Biblia, no juzguéis si no queréis ser juzgados.

El tener relaciones con Víctor Conte, infame protagonista del, quizá, mayor escándalo de dopaje deportivo, también lo sitúa en el punto de mira. Cosa que, con razón crea desconfianza, aunque curiosamente, es raro ver semejante actitud para con otros luchadores que sí han dado positivo y siguen su carrera como si nada, levantando admiración allá donde van, además.

Y ya que me puse bíblico, como decía Jesús, “por sus frutos los conoceréis”. Los logros y desafíos de Haney y sus rivales hablan por sí solos. Así que, aunque The Dream cometa sus pecados, causando el de la ira entre detractores, solamente me queda una única razón por la cual crea tanta tirria en sus colegas: la envidia.