Jorge Lera
@Jorgelerabox

Lo decía Hemingway, que de todo esto sabía. La vida es el más devastador lanzador de hooks de izquierda que se conoce, aunque muchos digan que fue Charley White de Chicago. Hablaba de esa capacidad de llegar por sorpresa con golpes de izquierda, por fuera, de los que no se ven venir y para los que no estamos preparados. Qué tópico y manido puede parecer a veces comparar la vida con el boxeo, pero qué jodidamente real es esa similitud. La muerte de María Jesús Rosa es un golpe en frío en el primer round, de los que no se terminan de asimilar. Ha sido todo tan fulgurante que no ha habido tiempo para reaccionar. Hoy perdimos todos por KO. Supimos hace poco que era una lucha imposible, pero hasta hace unas horas, conociéndola, todavía esperábamos una mano salvadora, como la de Chávez a Taylor, como la de Castro a Jackson. Y como le ocurrió en Alemania, aquí también se le ha negado a María Jesús la posibilidad de revancha. Y qué difícil se hace escribir esto sin que se te empañen los ojos.

Como deportista fue una pionera, una adelantada y una valiente que supo abrirse hueco con decisión en un mundo tan masculino como el boxeo de esa época. Con su carácter y simpatía se ganó de inmediato el cariño de todos sus compañeros. Después, con sacrificio y esfuerzo, conquistó también algo mucho más difícil, un respeto que acabó en admiración. Y así, paso a paso, campeona de Europa y campeona del mundo. Nuestra primera campeona, la que hizo historia por primera vez, la que abrió el camino para que hoy nos parezca normal lo que en su día se veía como algo extraño e insólito.
Nos queda, cómo no, el recuerdo emocionado de su enfrentamiento ante la megaestrella alemana Regina Halmich, su noche más importante y su mejor combate. La noche en la que, en Karlsruhe, María Jesús Rosa fue más reina que nunca aunque dos de los tres jueces se lo negaran. Y más injusto todavía que el resultado fue que jamás le concedieron la oportunidad de revancha. Lo mismo que hoy.

María Jesús colgó los guantes pero nunca dejó el boxeo. Compartía sus conocimientos, entrenaba, daba clases y formaba junto a Chumi, su preparador, un equipo muy especial, siempre regalando alegría. Los que tienen la fortuna de conocerlos saben de lo que hablo. Pero dejó la competición porque había decidido dedicarse a una tarea aún más importante, ser madre. Nuestros pensamientos están con Óscar, su marido, siempre en su esquina, hasta el final. Y con sus dos hijos, que a partir de ahora tendrán que aprender a crecer sin ella, y sin jamás alcanzar a comprender el porqué. Seguro que han salido también guerreros y van a poder siempre decir orgullosos que su madre fue una mujer luchadora, admirada y querida, y que hizo historia.

A nosotros nos queda un enorme vacío. No es fácil encontrar a una persona tan querida por todos en el mundo del boxeo. Se va a hacer muy duro en la próxima velada no encontrar su siempre cariñoso saludo, su jovialidad y su contagioso entusiasmo.
María Jesús, te marchas de este mundo de la misma forma que saliste por última vez del ring. Otra vez, con una injusta decisión que nadie entiende. Pero tú, de nuevo, sales con la cabeza alta, dejando un recuerdo imborrable. Y con tu inolvidable sonrisa. Como en Karlsruhe. Como una eterna campeona.
Descansa en paz