Antonio Salgado Pérez
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Nos lo presentaron, hace ya varios años, en su Almería natal, en su Almería del alma, en los aledaños de una de las más bellas fortalezas árabes existentes, La Alcazaba. En el ecuador de la década de los 70 del pasado siglo, Eduardo Gallart Baldó, que acaba de nacer para la muerte, había sido el autor material de lo que en aquella época se denominó “El boom pugilístico de Almería”, provincia hasta entonces un poco desdibujada en los Campeonatos Nacionales de Boxeo Amateur donde, obviamente, se daba paso a la región, léase Andalucía, y se difuminaba el verídico embrión, el núcleo y cuna de una criatura parida, ya lo hemos dicho, por el inagotable Gallart, por aquel entonces vicepresidente de la Federación Española de Boxeo, que lideraba, otro andaluz, José María Sainz Huerta, bajo cuyo mandato se llevó a cabo la “Liga Nacional de Boxeo Amateur”.
¿Recordamos algo que, en estos precisos momentos, resultaría insólito? En la primera edición de la citada Liga tomaron parte ¡treinta y cinco equipos! ,que fueron encuadrados en dos principales escalafones: Primera y Segunda División. La Primera, estaba compuesta por dos Grupos; en el I Grupo, estaban los siguientes equipos: Las Palmas, Barcelona, Zaragoza, Almería, Málaga y Valencia y, en el II Grupo, Valladolid, Galicia, Tenerife, Madrid, Vizcaya y Santander. La Segunda División estaba integrada por cuatro Grupos donde se ubicaban 23 equipos…El día 12 de abril de 1975, en Málaga, se celebró la final de esta “I Liga Nacional de Boxeo Amateur” entre los equipos de Almería y Tenerife.
¡Claro que Almería ganó aquella primera Liga! Y la ganó porque un personaje llamado Eduardo Gallart recogía ahora el fruto de una cosecha abonada con tanto desvelo como cariño. Ahí quedaba la compensación a un trabajo sordo, en equipo y sin alharacas, que servía de ejemplo para otras parcelas hispanas que seguían viviendo de viejos laureles y marchitas ilusiones…Vamos a recordar a los “pupilos de Gallart”, a los boxeadores que lograron aquellos primeros triunfos en una Liga que, desafortunadamente, luego caería en el más frío de los anonimatos: Salmerón (moscaligero), Olivencia( mosca), Zaragata (gallo), Rodríguez II (pluma), Hernández García (ligero),Barrilado (superligero), Requena (welter), Rubio Melero (superwelter), Valverde (medio), Iñiguez( semipesado) y Lisardo( pesado). ¿Y por qué me voy a olvidar de mis paisanos tinerfeños? Ahí los tienen ustedes: “Ratón” Rodríguez (moscaligero), Antonio Barreto (mosca), Trujillo (gallo), José Manuel Padrón (pluma), Melo (ligero), Luisi Mejías( superligero), Sánchez (welter), Serrano (superwelter), Teo Vega( medio), Manuel López( semipesado) y Fermín (peso pesado).
Enmarcado en su peculiar y oronda presencia, Eduardo Gallart, que siempre nos honró con su amistad, parecía áspero pero, en realidad, resultaba afable y comunicativo; pacería brusco pero, al instante, nos dábamos cuenta que en su generoso interior anidaba una evidente fibra sensible. Siempre predicó con el ejemplo de la laboriosidad e iniciativa, que fueron sus principales sellos de identidad. Muchas veces se le humedecía la mirada con los logros y triunfos de ciertos y determinados púgiles amateurs; se le soplaba la nariz y sacaba su pañuelo para ocultar su escenografía espiritual , que la tenía y, en ocasiones, a raudales ,cuando, por ejemplo, el jovencito Faustino Reyes, otro andaluz, consiguió la plata en la Olimpiada de Barcelona •92.
En cierta ocasión, concretamente en los XXVIII Campeonatos de Europa de Boxeo Amateur, celebrados en Atenas, en el verano de 1989, nos dijo, mirando fijamente a los seleccionados españoles: “cuanto me gustaría no sólo cultivarles el músculo sino también la mente” Y dicho y hecho: a las pocas semanas aquellos integrantes del equipo nacional tuvieron un especialista en comedimiento, buenos modales y urbanidad. Un orientador social. Pueden dar fe de ello los Paulino Sosa “John Pol”, Víctor García Jiménez “Ray García”, Óscar Vega, Félix García Losada, Javier Martínez, José Navarro, González Parra y Ortega Chumilla, entre otros.
En Canarias, concretamente en Tenerife, tuvo dos grandes colaboradores: el estomatólogo Agustín Amaro, expresidente de la Federación local, que ahora nos ha dicho: “parecía adusto pero, en el fondo, atesoraba un corazón de oro”; y el extinto Sergio Fernández, expresidente de la Federación Canaria, que fue su hombre de confianza; su guía para muchos desplazamientos y su apoyo en movilidad, así como un acicate para que resurgiera el “Torneo Internacional Boxam”, donde Canarias fue prolijo escenario.
Se nos ha ido una de las personalidades más recias y espontáneas que ha tenido nuestro pugilismo. Fue el primer español que accedió a un cargo en el Comité Ejecutivo de la Asociación Internacional de Boxeo Aficionado( A.I.B.A.). En su etapa fue Luis Solana, hermano del ministro y, por entonces, director de Televisión Española, quien prohibió las veladas de boxeo a través de la pequeña pantalla. Y fue Eduardo Gallart quien gestó una polémica que lo catapultó incluso a los medios de comunicación nacionales donde manifestó su oposición a tan descabellada decisión, que luego enderezó Pilar Miró. Tal actuación tenía un valor añadido si tenemos en cuenta la habitual e incuestionable humildad de Gallart, que solía huir de los elogios y botafumeiros ya que siempre conservó su sencillez original y fue inmune al mareo de la popularidad.
Desde 1985 hasta 1993 ostentó la presidencia de la Federación Española de Boxeo donde coadyuvó a la creación de las Escuelas de Boxeo con preparadores de la categoría y solvencia de Margarit, Manuel Santacruz “Palenke”, Elio Guzmán y Fernando Serra, entre otros, mientras en el campo profesional brillaban los Martínez Antúnez, Luis de la Sagra, Carlos Hernández, Manolo Calvo, Poli Díaz, Antonio Guinaldo, Berdonce, Alfonso Redondo, Javier Castillejo, Ángel Suárez “Tamarán”, Alfredo Evangelista, etc, etc.
Quien suscribe, que lo despide ahora con evidente desazón y nostalgia recordará siempre su afecto y apego por el boxeo, sus dotes de mando, su rigidez, sus rabietas y sus sonrisas en su polifacética vida (deporte, política y empresa) en la que siempre se distinguió por su afán de superación en los 87 años de su existencia.