Daniel Pi
@BastionBoxeo
Desde hace más de una década los combates del filipino Manny Pacquiao (60-7-2, 39 KO) han sido una de las grandes citas de la temporada para el noble arte, que una o dos veces al año ha presenciado no sólo una pugna de uno de los máximos nombres actuales sino también de un indudable futuro miembro del Salón de la Fama y, por lo tanto, un duelo que será un pedacito de la historia que se recordará del primer cuarto del siglo XXI.
No obstante, desde la polémica derrota ante Jeff Horn, para algunos incluso mucho antes, la relevancia de los combates de Pacquiao ha decrecido respecto al aumentado tamaño de la pregunta que siempre acecha a los boxeadores veteranos: ¿hasta cuándo seguirá peleando?
Quienes están más preocupados por el fin de su carrera que por sus combates no son exclusivamente sus detractores, que quieren sacarse de encima a un boxeador que ha sido antagonista de múltiples célebres púgiles, sino también sus máximos fans, que quieren evitar que su ídolo termine, como otros grandes, aceptando peleas que puedan desgastar su legado y, sobre todo, pongan en riesgo su salud.
No cabe duda de que el enfrentamiento que le situará este sábado en frente de Adrien Broner (33-3-1, 24 KO) no es equiparable ni remotamente, por ejemplo, al funesto Ali-Holmes, en el que el primero fue víctima de una carnicería sin sentido ante un boxeador en plenitud y destinado a ser la máxima figura del peso pesado durante casi media década. Con todo, habiendo pasado indudablemente el mejor momento de Pacquiao hace ya muchos años, es inevitable preguntarse hasta qué punto seguir realizando una actividad tan exigente como el boxeo profesional seguirá teniendo sentido para él.
Sea como sea, el deporte es casi enteramente resultadista en sus lecturas, por lo que, renovado el interés de los aficionados, medios y promotores con su inapelable victoria de julio sobre Lucas Matthysse, Manny Pacquiao, reciente fichaje de la escuadra de su antes oponente en los despachos, el magnate Al Haymon, vuelve a verse en una pelea en modalidad de pago por visión y ante un boxeador como Adrien Broner que, más allá de la infinitas críticas, sigue siendo uno de los nombres más conocidos del boxeo estadounidense actual e incluso uno con capacidad de convocatoria.
Sobre el poder de la conducta extravagante y muchas veces maleducada e inaceptable de Broner, sólo hace falta recordar las cifras de espectadores de dos combates, el Mikey García contra Adrien Broner, que generó 900.000, y el Mikey García contra Sergey Lipinets, que se quedó en 600.000 a pesar de que el ruso-kazajo ofreció una pelea más difícil y es un boxeador comprometido y más que competente.
De todos modos, si el Pacquiao-Broner fuese sólo una última pelea más para que el astro filipino cobrase una desorbitada bolsa (se habla de más de una decena de millones de euros para Broner y más del doble para Pacquiao) y colgase los guantes, el encuentro podría ser más comprensible, pero el problema es que “Pac-Man” ve esta pelea como una plataforma de despegue hacia otros encuentros.
En numerosas ocasiones Pacquiao ha indicado que piensa seguir boxeando hasta que aguante, su esposa da por hecho que esta pelea, pase lo que pase, no será la última de su marido y éste, al que desean como rival ahora compañeros de escuadra como Thurman, Porter, Danny García y un inacabable etcétera, no deja de dar por sentado que en los próximos meses se enfrentará de nuevo a Floyd Mayweather, que estará presenciando el choque del sábado y contra el que quiere desquitarse antes de retirarse.
Después de la esperpéntica exhibición que “Money” dio en Fin de Año, que ha sido ridiculizada por el propio Pacquiao, puede que lo más sensato fuese mantenerse a distancia de un maestro de los negocios sin escrúpulos como Mayweather, pero desde el equipo del filipino se considera ya un hecho el combate de revancha, siendo valorado también públicamente como una posibilidad por la cúpula de la cadena Showtime y por muchos observadores, que piensan que no es casual que en los últimos meses los dos boxeadores hayan coincidido ante las cámaras en varios lugares. De hecho, algunos piensan que el Pacquiao-Broner es un ensayo en cuanto a evaluación de ventas y de rendimiento para un choque posterior ante el “retirado” Mayweather.
Sea como sea, la posibilidad de que el Mayweather-Pacquiao II se materialice podría depender de la actuación que ofrezca este sábado, en el MGM Grand de Las Vegas (Estados Unidos), el mítico zurdo que, pese a los reproches que se le puedan hacer a Broner, no se enfrentará a un kickboxer con problemas de sobreactuación como Nasukawa sino a un boxeador de unas dimensiones equivalentes o superiores, de una edad en la que los púgiles suelen alcanzar su pico de rendimiento y que ha sido monarca en cuatro divisiones. O dicho de otro modo, un enfrentamiento que sobre el papel no es un completo despropósito, sino una contienda que ha sido capaz de generar cuotas de apuestas muy parejas y en la que la estrella consagrada afronta una carga de riesgo.
Dicho esto, esperar demasiado de Broner puede parecer a estas alturas un grave error, ya que un millón de veces ha prometido que iba a cambiar su actitud deportiva y extradeportiva y sólo ha reportado decepciones a su seguidores. Pese a los pésimos precedentes y aunque en estos últimos meses ha visitado los calabozos y los juzgados varias veces, “The Problem” y su equipo, una vez más, no dejan de señalar que este ha sido el mejor campamento de su carrera, que se lo ha tomado en serio al máximo y que no va a entrar al cuadrilátero sólo para cobrar la bolsa. Todo lo contrario, Broner se muestra satisfecho por haber logrado con este combate disputar su primera pelea estelar en un pago por visión y pretende aprovecharla para alcanzar la posición privilegiada en el boxeo que muchos le auguraron y que nunca alcanzó:
“Siempre supe que algún día tendría peleas como esta. Sinceramente pensaba que Pacquiao habría acabado en el boxeo a estas alturas, pero siempre supe que tendría una pelea de esta magnitud en esta plataforma, pago por visión y todo eso, y ahora estoy aquí».
Como sucede en tantos otros combates en los que uno de los protagonistas es un excelente boxeador más cerca del retiro que del comienzo de su trayectoria, la cuestión no reside en saber si tiene las herramientas para vencer sino si su cuerpo le permitirá utilizarlas y si no sufrirá los efectos de un drástico y repentino deterioro. Pacquiao dice que se siente mejor que nunca y, terminado el distanciamiento reciente entre ambos, Freddie Roach ha vuelto a entrar en su campamento de entrenamiento, técnico que, como era de esperar, no ha tardado en enzarzarse con Broner en innumerables cruces de palabras, sobrepasando “AB” cualquier límite que impone el buen gusto y el mínimo respeto, incluso si es sólo una estratagema para vender el PPV.
Con Pacquiao llegando a esta pelea después de una abrumadora victoria y con Broner sabiendo, pese a su pretendida indiferencia, que un tren como este quizás jamás vuelva a pasar para él, puede que estemos a las puertas de una buena pelea, aunque muchos lo dudan, considerando que quizás la pugna esté destinada a volver a repetir las mismas imágenes de las anteriores malas actuaciones del estadounidense, prácticamente limitándose, más allá de alguna espléndida y puntual combinación, a permanecer inactivo encajando los puños que le lanzan a la vez que niega con la cabeza que hayan tenido efecto.
Al margen de lo que dé sobre el ring, lo que seguro que no será es un campeonato mundial, puesto que en juego sólo estará uno de esos falsos cetros regulares WBA que de nada valen y de nada sirven más allá de reportar ganancias a dicho organismo y permitir a promotores y boxeadores engañar a los aficionados vendiéndoles una etiqueta “mundialista”.
Teniendo en la mente ambos púgiles ganar por KO y estando seguros sus equipos de que lo alcanzarán, la incógnita táctica principal del encuentro es si Broner recurrirá a su habitual insuficiente volumen de golpes y sucumbirá ante la frecuencia de Pacquiao o si por el contrario el estadounidense se mostrará mucho más activo, al menos utilizando un rápido desplazamiento de forma consistente que le permita buscar la oportunidad de conectar una contra decisiva, estrategia que ha sugerido con sus declaraciones.
Si tiene la actitud correcta y hace la pelea de su vida, Broner, por técnica, velocidad de manos, reflejos, encaje y juventud podría generar complicaciones, pudiendo al menos con sus irregulares arreones y sus recursos defensivos (casi nunca bien aprovechados por él) no permitir que Pacquiao luzca. Pero siendo de sobra conocida la debilidad mental que siempre acecha a Broner acompañada de frustración cuando las cosas no salen según el plan, cuesta no pensar que si las piernas de Pacquiao responden y éste empieza a entrar y salir y lanzar sus fulgurantes combinaciones de rectos, el local podría volver a toparse con el muro psicológico que le diluirá a él y a sus aspiraciones de contradecir a sus detractores y hacer renacer su carrera.
La velada del Pacquiao-Broner será emitida por Showtime en modalidad de pago por visión (66 euros) desde las 3:00 de la madrugada del sábado al domingo en hora peninsular española.