La ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos 2024 tuvo como novedad la ruptura con el orden tradicional que establecía su celebración en el estadio. Las reconocibles postales parisinas se mezclaron con estrambóticas representaciones mientras las delegaciones nacionales navegaban el Sena. El viaje del fuego encendido en Olimpia realizado por deportistas de diversas modalidades culminó con el encendido del pebetero.

Entre los portadores de las antorchas no estuvo ningún boxeador, a pesar de que el noble arte fuese una de las disciplinas más aclamadas en los Juegos helénicos en los que se inspiró el Barón de Coubertin.

En el skyline nocturno de la Ciudad de la Luz irrumpió el “pebetero aerostático” con la interpretación por parte de Céline Dion del Hymne à l’amour. Si la Torre Eiffel tuviese voz, esa sería la de Edith Piaf. El fuego comenzaba a elevarse y la artista canadiense iluminó la estructura que se proyectó como desmontable para la Exposición Universal de 1889.

Le ciel bleu sur nous peut s’effondrer / El cielo azul puede hundirse sobre nosotros

Et la terre peut bien s’écrouler / Y la tierra puede derrumbarse

Peu mimporte, si tu maimes / Poco me importa, si me amas

Je me fous du monde entier / No me importa el mundo entero

El recuerdo de las figuras que con su capacidad de superación convirtieron a los Juegos Olímpicos en un negocio millonario debería ser la prioridad de la ceremonia de apertura, y no la difusión de proclamas políticas. Francia tuvo un emocionante gesto con Rafa Nadal, y por ende con el país que portaba el manacorí en su chaqueta. El país vecino ha reconocido tradicionalmente mejor a sus viejas glorias que España. La retransmisión gala también pasó por alto que “sous le ciel de Paris”, la interpretación de Dion emocionaba especialmente a un boxeador, cuyas lágrimas caían en forma de lluvia sobre Trocadero.

Unas gotas que no cayeron sobre Aspe (Alicante) y Abanilla (Murcia), pero Marcel Cerdán también debe ser recordado desde España, país en el que se encontraban unas raíces familiares que nunca ocultó. La amnesia acelerada por la sociedad de la información también ha alcanzado a Francia, que hasta hace no tanto se mantenía como la aldea de Astérix en la memoria deportiva. L`Equipe realizó una encuesta en 1989 que designó a Cerdán como el deportista que mejor representaba “la leyenda de Francia”.

Cerdán era parte de la mitología francesa desde los tiempos de la ocupación alemana. Los jerarcas nazis le impidieron dar el salto a Estados Unidos, por lo que tuvo que contentarse con defender el título de Europa del peso wélter que conquistó en la Italia de Mussolini tres meses antes de que estallase la II Guerra Mundial. El Velodrome d´Hiver, en el que semanas antes se arrestó a más de ocho mil judíos, se quedó pequeño para presenciar la victoria en ochenta y cinco segundos de Cerdán sobre el español José Ferrer. Los biógrafos más favorables al boxeador criado en Casablanca narraron que el campeón se dio especial prisa en despachar al barcelonés al haber realizado un saludo brazo en alto. Años después, en España se narró que Cerdán solicitó a Ferrer que no luciese en su calzón una bandera rojigualda, que le recordaba sus raíces familiares. Ferrer volvió a perder ante Cerdán el 24 de febrero de 1946, en uno de los primeros combates internacionales que se celebraron en España después la II Guerra Mundial.

Edith Piaf fue acusada de colaboracionista con la Francia de Vichy, y se refugió en los cabarets de París (que frecuentaba Cerdán) tras estrenar La vie en rose. La cantante y el boxeador alcanzaron la fama internacional en las calles de Nueva York en 1947: Piaf triunfó con su gira poco después de que Cerdán se garantizase un combate por la corona mundial del peso medio al sumar su segunda victoria en el Madison Square Garden. Piaf y Cerdán (casado y con tres hijos) iniciaron un romance en Estados Unidos en 1948, año en el que Francia se echó a la calle para celebrar el triunfo de su ídolo ante Tony Zale. “El Hombre de Acero” de Chicago no pudo resistir a la pegada del francés, que se ciñó el cinturón que cedió nueve meses después ante Jake LaMotta. La derrota ante “Toro Salvaje” no rebajó la pasión de Piaf, que registró el Himno al Amor en julio de 1949.

En Francia confiaban en que Cerdán recuperaría el cetro en la revancha ante LaMotta, la cual tuvo se programó para el 28 de septiembre de 1949. Edith Piaf cantó por primera vez el Hymne à l’amour el 14 de septiembre, ocho días antes de que LaMotta comunicase que una lesión en el hombro le impedía combatir. La pelea aplazada al 2 de diciembre de 1949 se vio suspendida por un motivo mucho más triste: el 27 de octubre de 1949, Marcel Cerdán falleció al estrellarse en las Azores el vuelo de Air France que debía llevarle a Francia. La cantante le recomendó a su novio que viajase en avión en lugar de en barco, como tenía inicialmente previsto, para reencontrarse antes en Estados Unidos, y arrastró un amargo sentimiento de culpabilidad hasta su muerte en 1963. Piaf dedicó el Hymne à l’amour a Marcel Cerdán desde Nueva York. “¡Volando hacia la victoria, Marcel Cerdán encontró la muerte!”, tituló L´Equipe dos días después.

Si un jour la vie t’arrache à moi / Si un día la vida te arranca de mí

Si tu meurs, que tu sois loin de moi / Si mueres, si estás lejos de mí

Peu m’importe, si tu m’aimes / Poco me importa, si me amas

Car moi je mourrai aussi / Porque yo moriré también

Nous aurons pour nous l’éternité / Tendremos para nosotros la eternidad.