José Manuel Moreno
El boxeo ruso está, definitivamente, de moda. En la antigua Unión Soviética estaba terminantemente prohibido el boxeo profesional. Grandes campeones soviéticos dieron lo mejor de sí mismos en los Juegos Olímpicos, pero siempre nos quedará la duda de cual hubiera sido su rendimiento en el muy diferente boxeo rentado. Pero las cosas han cambiado. El 13 de octubre de 2007 tuvo lugar en el Palacio de Hielo de Moscú el primer campeonato mundial de la historia. Se enfrentaron Evander Holyfield y el local Sultan Ibragimov por el título mundial del peso pesado de la WBO. Sin duda, un punto de inflexión para la afición de ese inmenso país.
Hace unas semanas ha tenido lugar otro campeonato mundial del peso pesado en Moscú, entre el rey actual de la categoría, el ucraniano Walidimir Klitschko y el ruso Alexander Povetkin, con un lleno absoluto en el pabellón olímpico de la capital moscovita. La afición, por tanto, existe y promotores con riadas de millones de euros, también, por lo que no extrañará a nadie que en un futuro cercano Rusia compita con Alemania y el Reino Unido por las mejores veladas en el viejo continente. Pero la fuerza del boxeo ruso radica esencialmente en la potencia y gran calidad de sus grandes campeones. Actualmente, el país más extenso del planeta cuenta con cuatro campeones universales, solo por detrás de las potencias hegemónicas que representan Estados Unidos y México y la habitual reina de los pesos livianos, Japón.
Una de las características principales de los peleadores rusos es su extraordinaria pegada. Un ejemplo es el campeón Denis Lebedev, titular del peso crucero en la WBA. Nada menos que 19 de sus 25 victorias las obtuvo por la vía del cloroformo, siendo una de sus víctimas más célebres el gran Roy Jones Jr., sin duda uno de los mejores boxeadores de este siglo. Otro campeón ruso es Sergey Kovalev, nacido en Chelyabinsk hace 30 años. Es el titular de la WBO del peso semipesado. Permanece invicto y ha ganado antes del límite 10 de sus 11 últimos combates. Este mismo año, en el mes de enero, el español Gabriel Campillo conoció la fuerza de sus puños, aguantando poco más de dos asaltos. Una pelea contra «Alien» Hopkins sería extraordinaria, pero dudamos mucho que el casi cincuentón norteamericano, una auténtica fuerza de la naturaleza, se exponga a concluir su exitosa carrera ante semejante rival. Ruslan Provodnikov, de 29 años y natural de Beryozovo es otro valor emergente, campeón superligero de la WBO y reciente ganador del estadounidense Mike Alvarado. Se puede decir que volteó el pronóstico, propinando una auténtica paliza a un boxeador tan estimable como Alvarado.
Meses antes, ya había lanzado un aviso, poniendo en muchísimos apuros a un top-ten como Timothy Bradley, al que llegó incluso a derribar en el último round. Evgeny Gradovich es otro boxeador invicto, que reina en la división del peso pluma. Reside en Oxnard, California, lugar habitual del campo de entrenamiento de Sergio «Maravilla» Martínez, y si bien no posee tanta pegada como otros compatriotas, es un seguro de vida dentro de un cuadrilátero, poseedor de una formidable técnica. A esta lista, en cierto modo, se podría unir el kazajo Gennady Golovkin, de etnia rusa y que cuenta sus combates, más que por victorias, por nocauts, entre ellos ante peleadores tan reputados como Matthew Macklin, Nobuhiro Ishida o Gabriel Rosado. Estos y muchos más impondrán su ley en los próximos años. Desde el peso pesado hasta el peso pluma. Una ley que viene del frío ex soviético y que está basado en una combinación perfecta entre una descomunal pegada unida a una técnica exquisita. Una combinación temible, sin duda.