Christian Teruel
@Chris_Le_Gabach

Estamos acostumbrados a leer y escuchar, sobre todo en aficionados al balompié, el manido lema “contra todo y contra todos”. Este mantra se utiliza sobre todo cada vez que un equipo o atleta (o hasta partido político si se tercia en un ejercicio de metáfora deportiva siempre en boga) se encuentra con una derrota o situación adversa disparada por una especie de conspiración arbitro-judeo-masónica-federativa. Sin embargo, ante el uso y abuso de todo cristo de tal eslogan (si hasta seguidores de equipos grandes lo hacen…) no sólo ha perdido el sentido que se supone que tiene, sino que, además, en realidad adquiere el literal que incluso es lo natural en cualquier competición: que todo participante lo hace contra todo y contra todos.

Dicho esto, siempre hay escenarios en cualquier campo que esta consigna puede seguirse aplicando con todos sus significados. Uno que se me ocurre y que viene al pelo es la actualidad que vive Sándor Martín. Y es que el boxeador español vive rodeado de una serie de circunstancias ajenas a su voluntad que por ahora impiden que lo que muchos pensamos merece ya, que es poder aspirar a mundial y hasta conseguirlo. Y como he mencionado antes, tampoco es que lo convierta en alguien especial, ya que es una coyuntura en la que se encuentran muchos luchadores. No obstante, como es algo que lleva pasando un tiempo y a un deportista que parece que no es profeta en su tierra, y qué demonios, porque es una de mis debilidades personales, creo que se debe denunciar.

Lo primero y con lo que tendrá que lidiar siempre como elemento en contra es su estilo. Esto es algo paradójico, ya que al final es lo que le ha llevado a ser de los mejores del mundo y que no tiene por qué cambiar. El problema es que, para algunos aficionados el contragolpe y la elusiva con alardes de esgrimista no es su “cup of tea” que dirían los británicos. Esto es un estigma que ha lastrado incluso a míticos como Rigondeaux o Money Mayweather. Es indudable que esto le perjudica a la hora de vender y conseguir mejores contratos. No es el único al que le pasa ya que es un signo de nuestros tiempos, quizá influenciado por la irrupción de las MMA y/o por la corriente social del “aquí y el ahora” que pone más el foco en el intercambio de golpes a saco y los KO violentos para ganar interacciones en reels y stories en lugar del proceso del baile del pegar y no ser pegado.

Y más en España donde, sin ir más lejos, en el momento que escribo esto, Ilia Topuria es portada de los principales periódicos deportivos digitales por ganar a un clasificado quinto en la UFC. Mientras, Sándor apenas ocupó una esquinita por ganar a una estrella como Mikey García y pelear (y ser robado en otra hiriente muestra de a lo que se tiene que enfrentar el español) ante otra como Teófimo López.

Otro obstáculo en su carrera por el mundial es un el mal necesario y común que son los organismos. La burocracia, el sistema que regla el boxeo mundial e intereses personales de los involucrados que chocan con los de los deportistas y los que suelen ser los justos, han arrebatado y arrebatan oportunidades ganadas en los cuadriláteros. Sólo así se explica que boxeadores tengan que hacer el doble para conseguir ser campeones mientras otros hagan literalmente nada para conseguir y seguir en el trono. Uno de los casos más cantosos es precisamente el peso superligero en el que está Sándor. Estando en el ranking de la WBA, en la maraña de eliminatorias por la eliminatoria por el título interino de otra eliminatoria por el cinturón Golden que da acceso a eliminatoria por la faja súper, salió de estas para tener un trato más favorable en otros organismos.

Imagínense, de haber seguido con un orden más justo de los acontecimientos, lo que podría haber hecho con los boxeadores que tenía delante en dicho organismo. Bueno, no hace falta ser muy listo viendo que el actual campeón es un Rolly Romero que aspiró a ese cetro en su primera pelea en superligero viniendo de una derrota por KO en el ligero contra Gervonta, ante Barroso, un veterano de 40 años y sustituto del verdadero monarca que era Puello (suspendido por dar positivo en control antidopaje). Combate, además, que iba ganando claro Barroso y al que le regalaron una victoria a Romero por nocaut increíble (literal, porque nadie en su sano juicio puede creer que el árbitro lo parara en favor de Rolly).

Hay más factores extradeportivos que juegan en contra de Martín. España, país poco boxístico en la actualidad, no tiene la capacidad de hacer lobby al nivel de otros como Inglaterra, EE.UU. o México, para presionar por lo que merecen sus peleadores. Tampoco ayuda que carezca del carisma que da ese extra a la hora de promocionar un pleito y que por suerte o por desgracia, determinan el destino de los atletas. No hay que irse muy lejos, ya que el mencionado Rolly Romero (que tiene carisma mal) Ryan García y otros por el estilo, han tenido las puertas abiertas a grandes bolsas y oportunidades teniendo peores condiciones boxísticas. Es una pena, pero a la hora de atraer al público como el casual, esto funciona. Por el contrario, no hay que descartar que su rol como entrenador y soporte de youtuberadas le granjee antipatías dentro de la audiencia hardcore.

Todo esto debería ser irrelevante y sin valor a la hora de definir a Sándor Martín como boxeador y como atleta. Sin duda uno de los exponentes más preciados del noble arte no sólo en España si no mundial y al que esperamos que pronto consiga superar a todo y a todos y gritar de nuevo al mundo como después de ganar a Mikey García en su casa: ¡YO SOY SANDOR MARTIN!