Darío Pérez
@Ringsider2020

Casi siempre que comentamos alguna noticia sobre el peso supermedio en los últimos tiempos, aludimos a la peculiar situación desde que Saúl «Canelo» Álvarez acumulase los cuatro títulos mundiales de la categoría. Siempre que ello sucede, se produce un efecto embudo porque hay un título absoluto (ojo, a veces perdemos de vista que la realidad debería ser esta, no la de los cuatro cinturones mundiales, pues en todos los deportes solamente hay un número uno, un campeón, y globo terráqueo solo existe uno) y muchos pretendientes. Los boxeadores, agentes y promotores se han acostumbrado a lo sencillo que resulta, en comparación a si hubiera solo un organismo sancionador en el boxeo (insistimos, lo normal, como hay una FIFA, FIBA, IAAF, etc. que determinan cómo se desarrollan las competiciones en los diferentes deportes), ser campeón mundial, por lo que buscan la situación ideal para ello, desde un frágil poseedor de cierto título, una situación de vacante, ascender desde la nada a la interinidad con títulos menores a la carta y ser aupado por e-mail y un largo de triquiñuelas dentro del sistema.

Que Canelo sea, además, en los últimos años el peleador que más tirón tiene a nivel mediático (la famosa «cara del boxeo») acentúa todavía más que el resto de compañeros del supermedio busquen ese boleto dorado como en las chocolatinas de Willy Wonka: pelear con el tapatío no implica solamente optar a ser campeón absoluto, si exceptuamos esta etapa de William Scull en la IBF, sino que acarrea un empujón a tu cuenta corriente que permitiría no trabajar a tus tataranietos. Y aquí viene el problema de una división que podría ser preciosa, pero cuyos contendientes no se enfrentan entre ellos para no arriesgarse a, en caso de una derrota, caerse de la conversación a la hora de pelear con el azteca. Aquí entra también la complicidad de unos estamentos plegados a Canelo absolutamente, con la pequeña excepción de la IBF, en especial la vergonzosa situación del WBC y no obligar a Álvarez a defender su cinturón con David Benavídez, campeón interino.

Estos días hemos vivido, con la decepción por cierto de los de Mauricio Sulaimán, la enésima pelea no disputada entre los mejores de este peso. Diego Pacheco se ha retirado de las conversaciones, a horas de la subasta, para pelear con Christian Mbilli y determinar así quién aspira por el Consejo al título de Álvarez. Previamente, el propio Mbilli se había rajado cuando había incluso fecha para combatir con su compatriota Kevin Lele Sadjo para determinar el retador de la IBF, una buena puja a la que renunció el de Eye of the Tiger.

Deseamos que estos tejemanejes desaparezcan algún día del mundo del boxeo, porque perjudican la calidad de las galas que se ofrecen a unos aficionados que, con el advenimiento de las redes sociales, ahora sí pueden hacer ver a promotoras y púgiles su descontento con estas prácticas fraudulentas con el espíritu noble de este deporte.

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