José Miguel Gala
(Texto extraído del libro “Tragedia Urtain”, a la venta para nuestros lectores. Pinchad aquí)
Corren los primeros días del año setenta y siete cuando el “morrosko” recibe la noticia de que habrá de viajar a Bélgica para enfrentarse a Jean-Pierre Coopman, el llamado “León de Flandes”, y disputar nuevamente el título europeo de los pesos pesados. Durante el mes de febrero, el de Cestona ha estado concentrado en Los Ángeles de San Rafael junto a Perico Fernández y a Nino Jiménez, tal y como declara a Cholo Hurtado en una edición del “ABC” de aquellos días: “Perico, Nino y yo somos muy amigos y los tres nos llevamos perfectamente. Eso ya hace más soportable la concentración”.
Urtain llegará a Amberes con una buena racha de imbatibilidad a sus espaldas –cuatro victorias, ninguna derrota desde hace casi un año, tras su pelea ante Evangelista-, y quiere igualar el record de Henry Cooper, tres etapas como campeón de Europa. Podría haber preparado mejor el combate, eso lo saben sus preparadores y su gente de confianza, e incluso el promotor del “match”, el belga Pete Brackeniers, en declaraciones a “Le Soir”, da favorito a Coopman. La velada en Bélgica tendrá a otros invitados españoles en el cartel: se trata de Paco Acedo y Miguel Molleda.
Coopman tiene un curioso oficio: es escultor de imágenes religiosas. Está casado, tiene tres hijos, y se toma su carrera en serio: según su manager, Charles De Jager, entrena en jornadas de mañana y tarde, y a las nueve de la noche ya está metido en la cama. Debutó como profesional en 1972, y el gran momento de su carrera fue su pelea ante Muhammad Ali en Puerto Rico por el título mundial de los pesados, en un combate organizado por Don King (…).
Coopman siente gran simpatía por Urtain, y se dibuja una sonrisa en su boca cada vez que recuerda que hace algunos años, el español acudió a una velada benéfica en Bélgica de forma desinteresada, y le saludó con un fuerte abrazo. El belga, de grandes patillas, considera al español un gran boxeador y se muestra preocupado por los dos primeros asaltos, ya que conoce el historial de victorias por KO de Urtain, al menos, sobre el papel.
No se le puede negar a este último Urtain la bravura. Divorcios a un lado, es un hombre con hijos y responsabilidades, con muchas facturas por pagar y un buen número de socios financieros poco recomendables. Ya ha cumplido la treintena y sabe que le quedan pocos meses en el boxeo: la federación se ha puesto seria y le obliga a pasar reconocimientos médicos periódicos, tanto a él como al siempre batallador Tony Ortiz (…).
Gracias a Bert Vanmechelen, entro en contacto con Jean Pierre Coopman, a través de su mujer Yasmine Heye. Aunque el belga se encuentra bien de salud, Yasmine me ayuda a la hora de recopilar telefónicamente una anécdota de aquella última noche en Amberes: “Jean Pierre es aún mejor persona de lo que fue como boxeador. Es una persona increíble. Llevamos casi veinte años casados y vivimos en Beveren, a diez minutos de Amberes. Tiene 76 años de edad y todavía recuerda sus peleas con Urtain y con Evangelista. El día de la pelea con Jean Pierre, antes de subirse al ring, Urtain le dijo que le tumbaría de un “knock out” nada más comenzar la pelea. Al final ganó Jean Pierre y se proclamó campeón, aunque se siente culpable de haber ganado ese día. A día de hoy tenemos muchos amigos en el boxeo, algunos de ellos es español, como Fernando Blanco, que aunque nació allí, vive en Bélgica”.
En una cafetería cercana a Plaza Castilla, Nino Jiménez hace ya algunos años me contaba lo bien que lo pasaron Fernando Vadillo y el bonachón Benito Escriche la noche antes de la pelea en el salón del hotel de concentración de Amberes. Rodeaba a la expedición española cierta sensación de final de ciclo, el desenlace de la “era Urtain”. Nino, siempre sincero, me reconocía que siempre sintió que las líneas de Vadillo eran más cercanas, cálidas y afectuosas que las de Alcántara. De José Manuel Ibar Azpiazu, alias “Urtain”, protagonista de nuestra historia, Nino no puede decir nada malo: “Tengo buenísimos recuerdos de él, si ha habido una buena persona en el mundo, no sólo en el mundo del boxeo, era él. Sin exagerar, hemos coincidido los dos durante unos diez años, casi diariamente”.
Llegado el Día-D, el belga solo necesitará de diez minutos para vestir de torero a un Urtain que venía mal preparado, pasado de peso, sin fondo físico y con una lesión mal curada. El castigo que sufre el español es tal, que en el cuarto asalto Alfonso del Río tira la toalla, repitiendo aquella triste escena protagonizada poco antes en Madrid ante Alfredo Evangelista. El vasco no podrá ver cumplido su sueño de ser campeón continental por tercera vez, y Chema Conesa, en “El País”, relata así su derrota: “Si algo puede salvar la actuación de Urtain es el pundonor que supo poner en aguantar el tremendo castigo que desde el primer momento le infligió su rival, técnicamente muy superior. El “morrosko” tenía ya en el tercer asalto el ojo completamente cerrado y no podía hacer otra cosa que agarrarse a su oponente para evitar un mayor castigo. El púgil español prometió retirarse del boxeo profesional tras este combate. Su intento de lograr el tricampeonato de Europa resultó un absoluto fracaso”.
Andrés Astruells en “Mundo Deportivo” le dedica un elogioso aunque algo triste reportaje a la derrota de Urtain ante Coopman: “Los que más hemos puesto en cuarentena las triunfales etapas de Urtain con mayor solvencia podemos afirmar hoy que el “morrosko” pierde con la gallardía y dignidad de un tigre (…) En Amberes, en el viejo palacio de deportes de la ciudad flamenca sobre el que una fina lluvia caía en el mismo instante en que nuestro “morrosko” subía al ring a vivir el último acto de su carrera deportiva. Lo hizo de una forma suicida, sin esperanza, pero con la casta de los campeones, de quienes se han sabido estrellas”.
Tras el grave correctivo del Sportpalais belga y con cierta desgana, el de Cestona abandonará definitivamente el boxeo ese mismo año, tras disputar un total de 68 combates, con 53 victorias, 11 derrotas, 4 nulos y 41 victorias por KO. Coopman, en los vestuarios, hace unas breves declaraciones a la prensa española desplazada hasta Amberes: “Lo siento por Urtain. Me hacía mucha ilusión enfrentarme a él. Aquí en Bélgica es un mito. Siento haber contribuido a hacer que aparezca esta imagen. Me gustaría ser amigo suyo”.
José Luis Marco viaja como enviado especial de “Dicen” a la ciudad belga, y reflexiona sobre el futuro del vasco: tras la pelea y de nuevo en el ahora silencioso hotel, el español verbaliza su deseo de retirarse ante periodistas y federativos: “Urtain no boxea por gusto, no sigue sufriendo porque sí. Lo hace por necesidad, porque no sabe, hoy por hoy, ganar dinero de otra forma. En Amberes obtuvo una buena bolsa –millón y medio de pesetas-, pero eso no dura siempre, ni en su situación, basta para labrarse un futuro. ¿Qué ocurrirá cuando el último duro se evapore? ¿Resistirá Urtain los cantos de sirena?”.
Urtain quiere dejar el boxeo. Urtain no quiere dejar el boxeo. Urtain necesita el dinero pero esas son cosas que no se pueden decir a la prensa. A su llegada a Madrid, Urtain le reconoce a Vicente Carreño que este puede ser el final de su carrera: “Estoy indeciso. ¿Retirarme? Lo debo pensar con más detenimiento”. Los hermanos Alfonso y Manolo Del Río le aconsejan la retirada, y el pupilo, ya más José Manuel que Urtain, empieza a barruntar que la bolsa de Coopman, de millón y medio de pesetas de la época, quizá sea la última de todas. Vadillo, que había viajado a Amberes con el macuto lleno de esperanzas, es consciente de que el vasco está apurando sus últimos días en el boxeo, tal y como se lo comentó “off the record” en las vísperas del litigio continental…