Crawford-Spence

Christian Teruel
@Chris_Le_Gabach

Poco se puede contar que no se haya dicho y escrito ya sobre el Errol Spence Jr. vs. Terence Crawford. Y poca más luz se puede arrojar de un combate que como el que escribe estas líneas y los que las estáis leyendo, ha sido visto más de una vez y de dos. Sin embargo, me gustaría aterrizar sobre un terreno que algunos sobrevolaron en los días previos. Y es que lo que se vivió en la rueda de prensa anterior y posterior, pesaje y pelea dio auténticas reminiscencias de los años dorados.

A saber: los dos mejores peleadores de una división (y de toda una generación) cara a cara, en su prime, sin malos gestos, sin malas palabras y sin peros ni exigencias. Tan sólo dos atletas compitiendo por ver quién es el mejor. Incluso parecía que lo de la unificación de títulos era secundario habida cuenta de que todos los considerábamos los mejores boxeadores. Es más, tras la rajada de “The Truth” (La Verdad) Spence Jr. escupiendo ídem contra los organismos (lo de que para qué y a dónde va ese 3% de la bolsa de cada campeón que afanan) secundada por su compañero de baile, hasta sobraban los cinturones. Pena que para todas esas presentaciones no hubieran vestido traje y sombrero.

Los mismos protagonistas hicieron alusiones a míticas peleas como la de Sugar Ray Leonard contra Tommy Hearns. Y no anduvieron muy desencaminados. Al despliegue táctico y técnico de Bud Crawford y la valentía y resistencia mostrada por Spence Jr. sólo le faltó el verlo en blanco y negro en una televisión de tubo o la publicidad de Budweiser en la lona para hacernos creer más todavía que estábamos ante un clásico. Este tipo de actuaciones, sin ánimo de menospreciar a los buenos eventos que se viven actualmente, pertenecen a otra época. Una más auténtica que, aunque chaveas jóvenes y lozanos como yo (aunque reconozco parecerlo más que serlo) no hayamos vivido, podemos entender y hasta sentir gracias a YouTube y sucedáneos. No paro de pensar en la semana de la pelea y el tener la sensación de estar metidos totalmente en la película de edad dorada de HBO y Showtime.

Todo fue tan bien y tan rápido que pareció un sueño. Seguro que estoy sugestionado por mi fanatismo hacia Crawford, al que veo una especie de Hagler moderno por la forma en que ha sido tratado por medios, expertos y aficionados y hasta por parecidos en su boxeo. Más allá, también por la admiración a Spence Jr., su humildad y caballerosidad durante todo momento y por la ya mencionada actuación heroica y estoica digna de tiempos de peleas a quince asaltos. Y tampoco os quiero engañar, igualmente uno es paradójicamente nostálgico de tiempos solo vividos a través de archivos online. Pero es innegable que, en estos casos, para todos los involucrados, desde púgiles hasta promotores, es bueno y necesario traer de vuelta estas vibraciones de la vieja escuela.